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Críticas y consecuencias Capítulo 5 La psicología social y la revolución errónea Los capítulos precedentes han seguido el curso de algunos movimientos que conspiran contra los compromisos tradicionales del conocimiento como una posesión individual y se han esforzado por sustituir lo individual por la comunidad como emplazamiento de la generación de conocimiento. Irónicamente, la parte más amplia del trabajo contemporáneo sobre la construcción social del conocimiento tiene lugar fuera del dominio de la psicología social -la disciplina más esencialmente preocupada por el proceso de la interacción cotidiana- y su ausencia de los debates es un hecho particularmente desgraciado, ya que la disiciplina a la vez gana y pierde fuertemente  por la exploración y aplicación decididas del pensamiento construccionista social. Al traer estas cuestiones a primer plano quiero, en primer lugar extender la crítica de la «mente que conoce» al dominio de la cognición social y, por consiguiente, explorar territorios alternativos. Estas lineas de investigación construccionista ofrecen posibilidades más prometedoras para una psicología culturalmente responsable y sensible. La revolución cognitiva en la psicología científica tiene muchas caras. Hay quien la considera un mero mudar en el hincapié hecho en el conductismo de caja negra por un interés neoconductista por los procesos internos- hay otros que la consideran un cambio de modelos «ascendentes» del funcionar humano por teorías «descendentes» de la acción, y aún hay otros que la consideran como el paso de una concepción de la conducta medioambientalista a otra innatista. Aunque todos estos enfoques captan los elementos importantes de la transformación, ahora queda claro que la revolución cognitiva ha reducido radicalmente la investigación a una gama restringida de constructos explicativos. Y es la operación de estos constructos (por ejemplo- esquemas, atención, memoria, heurística, accesibilidad) lo que antecede desde el punto de vista del procedimiento a la propia actividad humana. Para el psicólogo cognitivo, la actividad humana es ampliamente el producto resultante de los procesos cognitivos, los cuales a su vez reclaman una atención focal. Los psicólogos sociales difícilmente han permanecido inmunes a esta revolución en  psicología. En realidad, se podría decir que la obra de Kurt Lewin y sus protegidos (a saber, Festinger, Schachter y Kelley) desempeñó un papel esencial en su desarrollo. Cómo podía uno resistirse al mensaje fuerte e insistente que transmitía esta obra temprana, a saber: «No es el mundo en sí lo que determina la acción humana sino el modo como se percibe el mundo». Para Festinger (1954), ninguna «realidad física» determinaba el curso de la comparación social sino la «realidad social» del individuo. Y en su posterior obra sobre la disonancia cognitiva (Festinger, 1957), había una exigencia puramente cognitiva de consistencia a la cual se hacían remontar  pautas de conducta de amplio alcance (y a menudo aberrantes). Para Schachter (1964), las emociones dejaban de existir como acontecimientos sui generís y se convertían en el resultado del etiquetaje cognitivo. Y para Kelley (1972) la atribución de la causalidad era una función de heurística mental. Estos temas fueron esenciales para buena parte del trabajo clásico sobre la  percepción personal (Heider, 1958) y de la teoría de la atribución (véase Jones, 19 90). Como los textos de Eiser (1980) y Fiske y Taylor (1991) también demuestran, la orientación cognitiva  puede ampliarse f ructíferamente hasta llegar a incluir buena parte de la principal literatura so bre el cambio de actitud, el altruismo, la negociación, la atracción y la equidad. Para fortalecer aún más la revolución, un lenguaje teórico nuevo y unificador (aquel que procede más o menos de la metáfora de la mente como ordenador) ha surgido también en las «áreas con glamour» de la cognición social: prejuicio (véase Mackie y Hamilton, 1993), esquemas sociales (Cantor y Mischel 1979), memoria personal (Wyer y Srull, 1989), accesibilidad categorial (Higgins y 105

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    Crticas y consecuencias

    Captulo 5La psicologa social y la revolucin errnea

    Los captulos precedentes han seguido el curso de algunos movimientos que conspirancontra los compromisos tradicionales del conocimiento como una posesin individual y se han

    esforzado por sustituir lo individual por la comunidad como emplazamiento de la generacin deconocimiento. Irnicamente, la parte ms amplia del trabajo contemporneo sobre la construccinsocial del conocimiento tiene lugar fuera del dominio de la psicologa social -la disciplina msesencialmente preocupada por el proceso de la interaccin cotidiana- y su ausencia de los debateses un hecho particularmente desgraciado, ya que la disiciplina a la vez gana y pierde fuertementepor la exploracin y aplicacin decididas del pensamiento construccionista social. Al traer estascuestiones a primer plano quiero, en primer lugar extender la crtica de la mente que conoce aldominio de la cognicin social y, por consiguiente, explorar territorios alternativos. Estas lineasde investigacin construccionista ofrecen posibilidades ms prometedoras para una psicologaculturalmente responsable y sensible.

    La revolucin cognitiva en la psicologa cientfica tiene muchas caras. Hay quien la

    considera un mero mudar en el hincapi hecho en el conductismo de caja negra por un intersneoconductista por los procesos internos- hay otros que la consideran un cambio de modelosascendentes del funcionar humano por teoras descendentes de la accin, y an hay otros quela consideran como el paso de una concepcin de la conducta medioambientalista a otra innatista.Aunque todos estos enfoques captan los elementos importantes de la transformacin, ahora quedaclaro que la revolucin cognitiva ha reducido radicalmente la investigacin a una gamarestringida de constructos explicativos. Y es la operacin de estos constructos (por ejemplo-esquemas, atencin, memoria, heurstica, accesibilidad) lo que antecede desde el punto de vistadel procedimiento a la propia actividad humana. Para el psiclogo cognitivo, la actividad humanaes ampliamente el producto resultante de los procesos cognitivos, los cuales a su vez reclamanuna atencin focal.

    Los psiclogos sociales difcilmente han permanecido inmunes a esta revolucin enpsicologa. En realidad, se podra decir que la obra de Kurt Lewin y sus protegidos (a saber,Festinger, Schachter y Kelley) desempe un papel esencial en su desarrollo. Cmo poda unoresistirse al mensaje fuerte e insistente que transmita esta obra temprana, a saber: No es elmundo en s lo que determina la accin humana sino el modo como se percibe el mundo. ParaFestinger (1954), ninguna realidad fsica determinaba el curso de la comparacin social sino larealidad social del individuo. Y en su posterior obra sobre la disonancia cognitiva (Festinger,1957), haba una exigencia puramente cognitiva de consistencia a la cual se hacan remontarpautas de conducta de amplio alcance (y a menudo aberrantes). Para Schachter (1964), lasemociones dejaban de existir como acontecimientos sui geners y se convertan en el resultadodel etiquetaje cognitivo. Y para Kelley (1972) la atribucin de la causalidad era una funcin deheurstica mental. Estos temas fueron esenciales para buena parte del trabajo clsico sobre lapercepcin personal (Heider, 1958) y de la teora de la atribucin (vase Jones, 1990). Como lostextos de Eiser (1980) y Fiske y Taylor (1991) tambin demuestran, la orientacin cognitivapuede ampliarse fructferamente hasta llegar a incluir buena parte de la principal literatura sobreel cambio de actitud, el altruismo, la negociacin, la atraccin y la equidad. Para fortalecer anms la revolucin, un lenguaje terico nuevo y unificador (aquel que procede ms o menos de lametfora de la mente como ordenador) ha surgido tambin en las reas con glamour de lacognicin social: prejuicio (vase Mackie y Hamilton, 1993), esquemas sociales (Cantor yMischel 1979), memoria personal (Wyer y Srull, 1989), accesibilidad categorial (Higgins y

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    Bargh, 1987), estereotipos (Hamilton y Rose, 1980) y la inferencia social (Nisbett y Ross, 1990).Ciertamente, la revolucin cognitiva ha sido un logro intelectual de primera magnitud. Ha

    logrado abrir un amplio panorama sobre la investigacin excitante y sugerente, ha planteado unsinnmero de nuevas e interesantes preguntas, y ha proporcionado soluciones creativas a losproblemas de larga duracin. Sin embargo, como espero poder determinar, el precio que ha

    pagado la psicologa por estos logros es en realidad alto. Para los psiclogos sociales enparticular, esta revolucin es una desviacin autoinmoladora de su principal cometido, el deesforzarse por resolver conceptual y prcticamente las complejidades de la vida social vigente.Tal como sostendr, los psiclogos han sido todos demasiado propensos a apearse de la malarevolucin. No slo existen problemas capitales intrnsecos a la perspectiva cognitiva, sino quehay an otra transformacin que se asienta en el mundo intelectual, cuyo alcance y consecuenciason mucho mayores que las encamadas en la incursin cognitiva. Es de gran importancia sealarque se trata de una revolucin en la que la psicologa, en particular la social, poda desempearun papel decorativo.

    Las problemticas de la explicacin cognitiva

    Como sucede en cualquier movimiento intelectual importante, los recelos comenzaron aaparecer en diversos frentes: desde el interior, en los lmites, y desde perspectivas alternativas.Los cognitivistas no haban ocultado su desesperacin por la falta de hallazgos acumulativos osignos obvios de progreso en la comprensin terica (Allport, 1975). Algunos se habandesesperado a causa de la teora representacionalista del conocimiento que subyace a buena partede la teora cognitiva (Maze, 1991). Dreyfus y Dreyfus (1986) detallan el fracaso del programacognitivo en cuanto al cumplimiento de sus promesas y la incapacidad fundamental de que unpensamiento basado en reglas sustituyera a la intuicin. De manera anloga, Searle (1985) hademostrado cules eran las imperfecciones en el enfoque de que los sistemas cognitivos(modelados sobre la base del ordenador) pudieran explicar la comprensin humana. Una grave

    escisin se desarroll entre aquellos que sostenan los conceptos psicolgicos tradicionales comoel proceso racional y la memoria, y aquellos otros que sostenan que este tipo de ideaspopulares y equvocas tenan que ser eliminadas y sustituidas por modelos plenamentebiolgicos (Churchiand, 1981) y computacionales (Stitch, 1983).1

    En los lmites, una minora cada vez ms ruidosa afirma la insuficiente atencin prestada alas emociones y la motivacin. Como Freud antes que ellos, los crticos sostienen que el sistemacognitivo tiene que motivarse si ha de funcionar en algn sentido, y por consiguiente, lacognicin tiene en parte que derivarse de fuentes psicolgicas ms fundamentales. Aquellos quemuestran una orientacin histrica han empezado a experimentar una forma de deja vu:problemas recalcitrantes del perodo del primer mentalismo han reaparecido y siguen irresueltosen el seno del cognitivismo contemporneo (Graumann y Sommer, 1984). Las teoras cognitivasparecen basarse primeramente en una metfora tomada de la estadstica intuitiva, y muchosdogmas esenciales de la psicologa cognitiva recapitulan teoras profundamente imperfectas de laestadstica (Gigerenzer y Murray, 1987). Las criticas recientes han sido an ms severas, alconsiderar el movimiento cognitivo como excesivamente abstracto e impulsivo,descomprometido, impersonal, tecnolgico, intelectualizado, nada ms que

    1Para un estudio til de los problemas de las proposiciones mentales desde el punto de vista elimitativo materialista,vase Garfield (1988).

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    informacin que pronto ser suprimida por ms informacin y como popular solo porqueexisten fuerzas polticas y culturales que lo apoyan... organizaciones burocrticas, industriales ymilitares (Still y Costall, 1991).

    Desde fuera del dominio cognitivo, las crticas son an ms aguzadas. Los primerosargumentos de Ryie (1949) sobre la regresin infinita de las explicaciones dualistas de la

    conducta han sido ampliadas por la crtica contempornea (Palmer, 1987). Skinner (1989) hamostrado que los trminos cognitivos son descriptores mal colocados de situaciones o conducta.Recurriendo a las crticas que Wittgenstein haca del psicologismo, Coulter (1983, 1989) hademostrado la existencia de una diversidad de incoherencias en las formas cognitivas deexplicacin. Gellatly (1989) ha seguido los problemas en la diagnosis de estados cognitivos.Sampson (1981) ha adoptado la orientacin cognitiva para censurarla por sus consecuenciasideolgicas; al hacer hincapi en los mecanismos internos, los cognitivistas suprimen losproblemas del mundo real en el que las personas estn atrapadas. Tal como argument en elprimer captulo, la justificacin racional de la empresa cognitiva est tristemente agotada.2

    Sin embargo, hay otra gama de problemas que abordar aqu, problemas heredados de latradicin occidental de la propia comprensin, ya que segn me parece cuando se amplan las

    consecuencias lgicas de un compromiso cognitivo, uno se encuentra ante una serie deineludibles callejones sin salida. Y hasta que no salgamos de la tradicin en la que estsumergido el cognitivismo, la ciencia no slo seguir reciclando enigmas fastidiosos e insolubles,sino que tampoco lograr desempear ningn papel importante en la modelacin futura de lacultura. Tres de estos problemas merecen una especial atencin: el problema del mundo que sedesvanece, el de los orgenes, y el de los efectos de la cognicin.

    La cognicin y el mundo que desaparece

    Ante todo examinaremos un abanico de temas que podra iluminar una psicologa socialsignificativa. Podramos esperar, por ejemplo, que el campo diera exposiciones sugerentes y

    constructivas de la agresin, de la cooperacin, del conflicto, del compromiso poltico y religioso,de la desviacin, de la explotacin, del poder, de la irracionalidad, y similares. Efectivamente,todos deseamos que la disciplina aborde las principales cuestiones con las que se enfrenta lasociedad y ofrezca enfoques penetrantes y una posible gua para formas sociales perfeccionadas.Pero cul es la suerte de estos diversos fenmenos cuando se examinan a travs de las lentes delcognitivismo? Tal como hemos visto, el principal dogma del cognitivista es que no es el mundotal como es lo que determina la accin, sino la cognicin del mundo que uno tiene. As, pues, porejemplo, un acto de explotacin no es explotacin a menos que uno reconozca que as lo es; unataque hostil no es hostil hasta que es percibido as; los grupos no existen a menos que suspropios miembros los conceptualicen como tales. El resultado de esta lnea de argumentacin,cuando se ampla, es que no existen actos explicativos, actos hostiles, grupos y dems similaresen s y de por s. Si uno viviera en una cultura donde nadie percibiera algo que contara comoexplotacin, hay que reconocer simplemente que no habra explotacin en el mundo. Losacontecimientos mundanos tienen, pues, su existencia asegurada gracias slo al sistema categorial

    2Para ms criticas de la psicologa cognitiva, vanse tambin: Lopes (1991), Shotter (1991) y Bowers (1991) sobrela produccin retrica de hechos cognitivos y la irracionalidad en la investigacin cognitiva, Graumann (1988)sobre los efectos nocivos del movimiento cognitivo en la psicologa social, Sahiin (1991) sobre la confianza de lainvestigacin cognitiva en un inductivismo pasado de moda, Tetlock (1991) sobre las limitaciones de considerar eljuicio cognitivo errneo como una equivocacin, y Valsiner (1991) sobre las limitaciones de las suposicionescognitivas acerca de la teora del desarrollo.

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    del que percibe. Ahora bien, expresndolo de otro modo, segn la perspectiva cognitiva, elmundo se reduce a una proyeccin o a un subproducto del individuo que conoce.

    Llegados a este punto, muchos se sienten inclinados a encogerse de hombros y concluir queel reduccionismo cognitivista puede que sea desafortunado pero se trata simplemente de un hechode vida. Quin puede negar que respondemos al mundo tal y como lo percibimos y no al mundo

    como es? Examinemos las consecuencias lgicas de esta conclusin, ya que si continuamosreduciendo el mundo como es al mundo como mentalmente se representa, el mundo real en elque el individuo acta deja de existir. Y por consiguiente, un tema de ciencia deja tambin deserlo, ya que cmo podemos exceptuar al cientfico respecto al mismo argumento? No estntambin los cientficos encerrados en sus propios sistemas perceptuales o conceptuales, noexpresan sus propias subjetividades, y no representaciones precisas de cmo son las cosas?Cuando se extiende el cognitivismo en el resgistro de sus consecuencias, no hay mundo real, nohay ciencia, y nada hay esencialmente que pueda denominarse conocimiento. La exposicincognitiva se desliza hacia el solipsismo.3

    Hay algn modo de eludir esta desgraciada conclusin? No creo que la haya mientras lapsicologa siga comprometida con una metafsica de corte dualista. Es decir, la disciplina ha sido

    la heredera sin darse cuenta de una cosmovisin cartesiana en la que se ha hecho una fuertedistincin entre el sujeto y el objeto de conocimiento, siendo la mente lo que refleja el elementomaterial, y la conciencia, el espejo de la naturaleza (vase captulo 1). En el pasado hemosaceptado la distincin como algo seguro; representa parte del sentido comn sedimentado de ladisciplina y en realidad, de un modo ms general, de la cultura. Con todo, cul es la garantapara una distincin as? Sobre qu fundamentos se justifica? Ciertamente no sobre los de laobjetividad (est simple y obviamente ah para su inspeccin), dado que el concepto mismo deobjetividad tal como se lo usa en realidad (la mente que refleja con precisin la naturaleza) yajustifica la distincin. En efecto, se trata de un salto metafsico: sin que haya razones evidentesque as lo exijan Y si adems, somos sensibles a una larga lnea de crticas conceptuales desdeWittgenstein (1953), Ryie (1949 y Austin (1962) hasta Rorty (1979), puede que acabemos

    deseando eludirlo todo. Los argumentos que se exponen a continuacin dan mayor pesoespecfico a esta alternativa.

    El punto muerto del origen

    Comprensiblemente la mayor parte de los cognitivistas han querido o deseado al menosdetenerse antes de llegar al solipsismo. En cambio, atendiendo a propsitos de investigacin, hanabandonado su compromiso terico y han avanzado lentamente describiendo un mundo real departicularidades experienciales (ms all de sus propias construcciones cognitivas). Porconsiguiente, tratan la relacin entre el mundo real y el conocido como un problema a explorarempricamente. Efectivamente, de este modo un desafo emprico sustituye (o, digamos, suprime)el punto muerto conceptual. En este contexto, la pregunta preeminente de la investigacin es,

    3Pueden estos mismos argumentos ser girados en contra de los enfoques del construccionismo social esbozados encaptulos anteriores? No sustituye el construccionismo social un solipsismo cognitivo por un solipsismo lingsticoo social? La respuesta es negativa, porque el construccionismo no conduce a la conclusin de que no hay ningnmundo fuera de su representacin El construccionismo se queda mudo en cuestiones de ontologia. Uno puede

    participar en sistemas de significacin cultural en los que guerra, cuerpo o amor son tratados como datosontolgicos. Se puede, dentro de una perspectiva local, recoger el estudio sobre la agresin, la emocin y similares.Sin embargo, el movimiento reflexivo en el proceso construcciomsta sirve de salvaguardia contra la reificacin y launiversalizacin.

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    desde luego, cmo dar cuenta de la representacin mental. De qu modo el mundo real informael mundo cognitivo? Cmo se construye nuestra reserva de pensamientos, conceptos, esquemasinternos, a partir de la experiencia? Cmo es que llegan a reflejar el mundo de un modo quepermite que el organismo se adapte? En efecto, de qu modo hemos de dar cuenta del origen delos contenidos cognitivos? En ausencia de respuestas a estas preguntas, la cognicin sigue aislada

    de su entorno y careciendo de valor ostensible de supervivencia.

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    Examinemos brevemente tres de las ms destacadas soluciones al problema de los orgenes,juntamente con sus principales imperfecciones. En principio, uno se enfrenta con una variedad deexposiciones de refuerzo del desarrollo conceptual, que han gozado de popularidad en el seno dela psicologa general desde la aparicin de la obra clsica de Hull (1920) sobre la adquisicin deconceptos. De manera caracterstica este tipo de teoras, aunque no de modo exclusivo, presentanel proceso de aprendizaje conceptual mediante la metfora de la puesta a prueba de hiptesis. As,por ejemplo, Restie (1962) describi una diversidad de estrategias del tipo puesta a prueba dehiptesis sobre la adquisicin de conceptos, cada una de las cuales se basaba en el supuesto deque los conceptos se aprenden a travs de xito y fracaso medioambiental. De manera similar,Bower y Trabosso (1964) propusieron que el desarrollo conceptual depende, al menos en parte,

    de las seales de error que proceden del entorno o del medio. En la obra de Levine (1966), sehace hincapi en las respuestas correctas como algo opuesto a los errores. Con un modelo quehace mayor hincapi en la mediacin cognitiva, Simn y Kotowsky (1963) propusieron que unoforma hiptesis acerca de la pauta secuencial a la que ha sido expuesto y, a continuacin, pone aprueba la adecuacin de las hiptesis frente a nuevas exposiciones. Y en la psicologa social msreciente, Epstein (1980) ha propuesto que el autoconcepto se desarrolla de un modo bastantesimilar a como lo hace la teora cientfica: llega a reflejar los resultados de la puesta a prueba delas hiptesis y es corregido por falsacin.

    Pero todos estos intentos de dar cuenta adolecen de una imperfeccin importante. Si, comopropone el cognitivista, respondemos a nuestra percepcin del mundo y no al mundo mismo,entonces el terico se enfrenta a un punto muerto al tener que explicar de qu modo se pone en

    marcha el proceso de refuerzo (o puesta a prueba de las hiptesis). Siendo ms especfico, a finde que el refuerzo (resultados, errores u otras formas de retroalimentacin medioambiental)corrija o modifique el concepto de uno, el individuo tiene que poseer ya un repertorio conceptualamplio. Ante todo, tendra que ser capaz de conceptualizar un mundo de acciones y/o entidadespara el que seran relevantes el refuerzo o el feedback (las seales de error). Para que el feedbackmedioambiental funcione como un dispositivo correctivo o conceptual, el nio tiene que poseercierta forma de estructura conceptual o hiptesis que le permita concluir que esto es un seno yno otro objeto; soy una entidad y este seno est separado de m; existen unidades temporales, yeste acontecimiento se produce en un momento independiente de aquel otro... Sin unapreestructura conceptual como sta, no habra modo de que el individuo preguntara al entorno, ni

    4En algunos de sus escritos, el cognitivista quintaesencia! Jerry Fodor se preocupa por el problema del solipsismo.Tal como razonaba en su ensayo de 1981 Methodological Solipsim Considered as a Research Strategy in GognitivePsychology, cualquier intento por generar leyes acerca de la relacin existente entre acontecimientos fsicos yrepresentaciones mentales exigir una especificacin fsica del estmulo, un dar cuenta en el estilo de la ciencianatural del estimulo y de aquellas propiedades particulares que determinan sus relaciones causales con lasrepresentaciones mentales. Con todo, este tipo de especificacin exige una exposicin cientfica altamentedesarrollada, posponiendo indefinidamente el intento del psiclogo por cartografiar la relacin con la representacinmental. Su conclusin irnica es que slo el cielo sabe qu relacin entre yo y Robin Roberts me posibilita a mi

    pensar en l (referirme a l, etc.), y he dudado de la posibilidad prctica de una ciencia cuyas generalizacionesinstancia esa relacin. Pero no dudo de que hay un tipo asi de relacin o que a veces pienso en l (pgs. 252-253).

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    informacin que suscitara su inters. El mundo estara esencialmente vaco de contenidodiscriminante. Adems, el modelo de refuerzo exige que el individuo posea primero conceptos declases de refuerzo. Si no se puede conceptualizar un acontecimiento como logro o error,entonces simplemente uno permanece ignorante de los acontecimientos que se suceden. Si losnios no distinguen entre una amonestacin paterna y el resto de la confusin diaria, si no

    poseemos conceptos primarios sobre qu pueden significar expresiones como bueno y maloo s y no, entonces el feedback medioambiental no lograra influir o ampliar su repertorioconceptual.

    Como rpidamente discernimos, las teoras del refuerzo precisamente estn destinadas aexplicar los orgenes de estas diversas preestructuras conceptuales. Al fin y al cabo, de dndeproceden los diversos conceptos que constituyen el mundo en el que el refuerzo funciona? Cmoadquiere en realidad el nio los conceptos de amonestacin y elogio? En efecto, las exposicionesdel refuerzo no logran ofrecer una explicacin satisfactoria del desarrollo conceptual, porque elrefuerzo (o la puesta a prueba de las hiptesis) no puede funcionar sin una estructura conceptualya intacta.

    Una importante alternativa a la teoras del refuerzo en psicologa es lo que cabra denominar

    diagramacin cognitiva. Como una clase, este tipo de exposiciones en general suponen que laobservacin ilimitada del mundo externo permite que el individuo desarrolle plantillasconceptuales, representaciones cognitivas u otros sistemas mentales que capten los rasgosimportantes del mundo real. sta es esencialmente la postura adoptada por Fiske y Taylor (1991)en su resumen de la literatura existente sobre el desarrollo de esquemas. Tal como estos dosautores concluyen, los esquemas cambian a medida que se desarrollan, en la medida en que seenfrentan a repetidas confrontaciones con ejemplos. Los esquemas se hacen ms abstractos ycomplejos, y a menudo ms moderados. Tambin parecen convertirse en algo ms organizado ycompacto, lo cual libera la capacidad de darse cuenta de las discrepancias y asimilar lasexcepciones sin alterar los esquemas (pg. 178). La mayor parte de los modelos dereconocimiento de pautas en psicologa implican tambin este tipo de enfoques. La teora de esta

    variedad mejor desarrollada es la formulacin de la categora natural de Rosch (1978). Desdela perspectiva de Rosch, las categoras cognitivas cada vez ms se acomodan a los contornos dela realidad; a travs de la observacin de los objetos en el mundo real, las personas llegan aenterarse de la estructura de las cualidades del mundo real. Observan que este tipo de cualidadesno se distribuyen aleatoriamente sino que aparecen en combinaciones recurrentes. As, porejemplo, determinadas criaturas tienen alas, picos, plumas y garras. Una prolongada exposicin aeste tipo de configuracin de rasgos comnmente asociados conduce a la formacin de lacategora natural de pjaro. Finalmente, la exposicin a los acontecimientos del mundo realproduce un mapa cognitivo, una forma medioambientalmente vlida de presentacin mental.

    El modo preciso como se produce la diagramacin mental est todava por aparecer. Elproceso por medio del cual el individuo busca el entorno, registra determinadas configuraciones ydescuida otras, crea hiptesis sobre las ocurrencias, se desplaza lgicamente desde sensacionesdiscriminadas a abstracciones generales, y as sucesivamente todas esenciales para lainteligibilidad final de una teora diagramadora, sigue estando desarticulado. Ahora bien, comoSandra Waxman, una terica del desarrollo de lnea cognitivista, lo expres, hemos de descubriran un conjunto de rasgos elementales, para discriminar el sentido en que son primitivos, paracomprender los mecanismos por medio de los cuales se adquieren o para derivar sus reglas decombinacin (1991, pg. 108). Tal vez esta laguna no sea tan sorprendente. El terico seenfrenta de nuevo con el problema de comprender cmo llega el individuo a reconocer los rasgos,los objetos y las configuraciones de los acontecimientos a fin de que pueda dar comienzo la

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    diagramacin. Cmo es posible reconocer los rasgos de una configuracin particular sin unconcepto preliminar de estos rasgos? Cmo llega uno a distinguir las clases de plumas, picos,alas y dems, todas las cuales entran en la generacin de la categora natural pjaro? No debeuno disponer ya de un sistema categorial en el que estos rasgos se hacen sensibles ydiscriminantes a fin de reconocerlos? Cul es el origen de este sistema categorial? O, en

    palabras de Waxman (1991), el supuesto es que el [prototipo] para un concepto dado se abstraede un conjunto de ejemplares. Sin embargo, este argumento es circular, dado que uno quisierasaber de qu modo logra el nio entresacar en primer lugar los ejemplares apropiados. Qu haceque el nio (o el adulto) se abstenga de intentar abstraer una representacin compendiada de unconcepto que incluya perros, bolas de azcar y granizados? (pg. 108).

    Desde luego, no es posible salvarlo argumentando que las cualidades de los ejemplares seconstruyen a partir de la exposicin a sus subcaractersticas o cualidades, ya que tal refutacinsimplemente cambiara de lugar la pregunta crtica. Cmo se reconoceran estassubcaractersticas? En efecto, para solucionar el problema de cmo las personas llegan a tenerconceptos por ejemplo, de aves o de otras ocurrencias naturales, el terico que traza losmapas tiene que descansar finalmente en la existencia de inputs transparentemente disponibles o

    no categorizados (como, por ejemplo, en este caso, plumas, picos, y dems) en el sistemacognitivo. Pero si slo cuentan los inputs o son significantes para el individuo en la medida enque son conocidos (interpretados, etiquetados, categorizados), entonces tales entradas en elsistema mental no tienen sentido. Simplemente no se registraran como acontecimientosidentificables.5

    Frente a estos dilemas agobiantes, muchos pensadores han intentado retroceder a ciertaforma de explicacin innatista del desarrollo categorial (vase, por ejemplo, Markman, 1989;Carey, 1985; Foodor y otros, 1980). Ampliando una tradicin que se remonta a por lo menos elplanteamiento kantiano de las categoras a priori, la argumentacin innatista sostiene que losseres humanos estn genticamente dotados para realizar determinadas distinciones bsicas. ParaKant, la naturaleza humana permite que el individuo comprenda el espacio, el tiempo, la

    causalidad, y dems aspectos elementales del mundo. En la tradicin neokantiana, Chomsky(1968) ha propuesto que el individuo posee un conocimiento innato del lenguaje, unconocimiento semntico que permitira que se generaran una infinidad de oraciones bienconstruidas. Y, como postularon Gibson (1979) y sus seguidores, las categoras del individuopara comprender el mundo en cierta forma estn en correspondencia con el mundo, ya que si nolo estuvieran, la especie humana habra perecido hace mucho tiempo. La seleccin naturalesencialmente nos ha dejado con un conjunto de distinciones cognitivas que se adaptan al mundotal como tiene que ser. sta es tambin la posicin a la que Harr (1986) se ve finalmenteconducido en su intento por defender una base realista para una filosofa de la ciencia.

    Con todo, la orientacin innatista del origen conceptual tambin presenta problemasesenciales. De entrada, resulta muy difcil sostener un argumento segn el cual la disposicingentica pudiera proporcionar ms que un conjunto rudimentario de orientaciones conceptuales(color, tiempo); a medida que el nmero de categoras supuestas empieza a aproximarse al

    5Una alternativa a las exposiciones de tipo refuerzo o diagramacin es la defendida por Vygotsky. En particularVygotsky (1978) hace hincapi en la prioridad de lo social sobre lo cognitivo. Para l, el pensamiento de nivelsuperior es una forma interiorizada de proceso social. Con todo, esto le pone en una situacin peligrosa cuandointenta dar cuenta de aquellos procesos que permiten que el nio entienda los procesos sociales, ciertamente unanecesidad si el nio ha de incorporarlos. Tal como Col (1985) concluye en su estudio crtico de Vygotsky, el

    proceso de transformacin de rasgos independientes de cultura en procesos cognitivos individuales queda con todosin especificar (pg. 47).

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    lenguaje de una cultura resulta difcil evitar una alternativa de estilo medioambientalista. Aunqueadmitamos un conjunto limitado de distinciones, sin embargo, a duras penas determinaremoscmo se podra derivar una gama de conceptos que de un modo caracterstico estn al alcance ydisposicin del individuo. Dados determinados tipos de distinciones, cmo se desarrollan otras?Si uno est genticamente programado para distinguir entre la meloda Dios salve al rey y

    cualquier otra cosa, sobre qu bases se han de establecer las distinciones dentro del reino decualquier otra cosa? Cmo se distinguir entre el concierto para piano nmero 21 de Mozart yel himno Yankee Doodle? Ambos se encuentran eficientemente situados en una categora nula.Qu provocara un nuevo asalto al sistema de constructos existente, y cmo? 6 De maneraequivalente, resulta difcil ajusfar la exposicin innatista con el lxico siempre en aumento einmenso ya de los asuntos humanos. Cada da surgen nuevas palabras (EC, PMS, muestramusical), y si estas palabras entran en el mundo conceptual del individuo, de qu modo tienelugar? Nadie propondra que estamos genticamente preparados para comprender, ni unaexposicin de estilo medioambientalista explica este tipo de comprensin.

    Enfrentados con los dilemas gemelos de un minucioso medioambientalismo y un innatismoigualmente ocioso, muchos investigadores contemporneos aceptan como base teoras que

    combinan ambos procesos: una forma limitada de medioambientalismo ascendente y unproceso computacional igualmente limitado descendente. Por ejemplo, los investigadores deYaie (vase Galambos, Abelson y Black, 1986) proponen un enfoque en el que las estructuras deconocimiento operan de manera simultnea tanto sobre una base ascendente como descendente.La comprensin del mundo (y, de un modo ms especfico, de los textos) depende tanto del inputdel entorno como del procesamiento activo de esquemas mentales ricos en contenidos. Porejemplo, cuando un lector encuentra la palabra albatros en un texto, puede desencadenar diversosesquemas, algunos de los cuales pueden contener informacin acerca de los pjaros. Estosesquemas se dice que afectan la comprensin subsiguiente que el lector tiene del texto. Con todo,uno ha de ponderar cmo se haban desarrollado inicialmente los esquemas. Si la comprensin sebasa en la aplicacin de esquemas, de qu modo se podra dar sentido a albatros en la

    iteracin inicial (y en las subsiguientes)? La combinacin de las orientaciones medioambientalese innatistas no consigue proporcionar una respuesta viable a la pregunta por los orgenes; siempreque una orientacin se enfrenta a la incoherencia, simplemente pasa el enigma a su compaero.

    El punto muerto de la accin

    As, pues, hasta ahora encontramos que en el mbito cognitivo no hay ningn modo viablede derivar las categoras cognitivas de la naturaleza del mundo, ni modo de construir categorasde representacin desde inputs externos. Ahora tenemos que indagar en la relacin entre lacognicin y la conducta subsiguiente. Si los problemas precedentes pudieran de algn modoresolverse, de qu modo hemos de comprender entonces la influencia de la cognicin en laaccin humana? A menudo se dijo de uno de los primeros cognitivistas, Edward Tolman que su

    6Tal como Johnson-Laird (1988) resume, el problema de la adquisicin conceptual ha conducido a Jerry Fodor a laconclusin extrema de que todos los conceptos son innatos. Fodor demuestra que los nios que comprenden unalgica simple nunca podran derivar una lgica ms compleja a partir de sus premisas, sino que ante todo habran decomprender un nuevo conjunto de expresiones. Para Fodor, literalmente no existe nada similar a la nocin deaprendizaje de un sistema conceptual ms rico que el que uno ya tiene (citado en Johnson-Laird, pg. 135). Paracombatir lo que considera como la insostenibilidad de la conclusin de Fodor, Johnson-Laird sustituye las categorasinnatas por un proceso innato de maduracin. Con ello an queda sin respuesta el problema de la adquisicin deconceptos.

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    teora de los mapas cognitivos era problemtica porque dejaba el organismo perdido en elpensamiento. No proporcionaba medios con que generar la accin a partir de la cognicin.Acaso este problema fundamental ha sido ahora resuelto? Con un ojo puesto en la historia de lafilosofa, se podra sospechar que no. Los filsofos, desde Descartes, infructuosamente hanponderado en qu medida la mente es capaz de influir en la materia o en los movimientos fsicos,

    de qu modo un dominio sin coordenadas espacio-temporales puede provocar cambios en unsegundo dominio que s posee estas caractersticas.7

    Problemas adicionales emergen de manera ms clara en la investigacin cognitiva actual.Uno tiene que ver con el desplazamiento desde el dominio de los conceptos abstractos al dominiode la accin concreta. Los conceptos o las categoras mentales han sido consideradostradicionalmente como abstracciones de la realidad. Por consiguiente, no son imgenes eidticasdel mundo sino categoras en las que el individuo sita los acontecimientos segn un abanicoespecificado de criterios. Tal como muchos comentaristas lo expresan, la cognicin es el procesomediante el cual se organiza la experiencia sensorial; a menudo aaden que esta organizacinsirve como abstraccin o codificacin de los datos sensoriales; muchos son los que mantienenque las abstracciones tienen una forma preposicional. Con todo, si los conceptos, los esquemas y

    dems son superordenados, uno rpidamente se enfrenta con la pregunta de cmo este tipo deconocimiento puede ser puesto a disposicin del uso en la conducta. De qu modo emplea elindividuo un sistema de abstracciones para generar acciones concretas o particularizadas? (vasetambin el captulo 4, pgs. 134-135). Los intentos para dar respuesta a esta pregunta nos llevan aun cenagoso pantano conceptual paralelo al que nos enfrentbamos en el caso del origen delconcepto, y no menos penetrable.

    Examinemos al individuo que se concepta a s mismo como una persona simptica yquiere poner este concepto en accin. De qu modo puede determinar lo que constituyesimptica una accin sobre una ocasin particular, dado que en este aspecto el concepto depersona simptica es completamente inexpresivo. En s, la abstraccin no recomienda oespecifica ningn conjunto particular de movimientos corporales (por ejemplo, extender la

    mano derecha hacia delante del cuerpo a una velocidad de 20 km/h...). Y para complicar anms las cosas, prcticamente cualquier movimiento del cuerpo puede considerarse simptico oantiptico dependiendo de las circunstancias (no hay ninguna imagen eidtica que comporte elconcepto simptico de manera necesaria). Este enigma parece quedar resuelto si, llegados aeste punto, se recurre a un constructo o regla de segundo orden, a saber, aquella que percibe elcarcter exacto de las acciones simpticas en diversas ocasiones. Este constructo de segundoorden (posiblemente considerado como una subestructura jerrquica de la clase ms genricasimptico) puede informar al individuo: en ocasiones, cuando uno se encuentra con un amigo,una sonrisa y un saludo representan una conducta simptica. Con todo, como rpidamente sediscierne, esta regla de segundo orden tiene tambin una forma abstracta; tambin deja preguntasimportantes acerca de particulares sin responder. Nada nos cuenta acerca de lo que vale en unasituacin concreta como encontrarse a un amigo o qu forma de accin corporal constituye unasonrisa o un saludo. Aquello que ahora se requiere es un constructo de tercer orden o regla,

    7Aunque la psicologa contempornea se basa ampliamente en una metafsica dualista que se remonta por lo menosa Descartes, las suposiciones dualistas nunca han alcanzado una amplia aceptabilidad dentro de la filosofa. Y, talcomo Smythies y Beloff (1989) observan en su reciente intento de defender esta posicin desacreditada, laobjeccin ms comn a la posicin cartesiana (en realidad, ya preocupaba al propio Descartes) era, y es todava, queuna vez que hemos definido la mente y la materia de tal modo que no tengan nada en comn, resulta difcilcomprender de qu modo pueden interactuar como parecen hacerlo en la vida (pg. vii)

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    aquella que informe al individuo de qu significan estos conceptos en un caso concreto. Un tipode constructo as podra indicar que un amigo es aquel que nos apoya y que sonrer es unacuestin de mover las comisuras de la boca en una posicin arqueada hacia arriba. Pero, dequ modo ha de determinar el individuo qu constituye apoyo en cualquier ocasin, y, entrminos de movimientos corporales, qu significa mover las comisuras de la boca en una

    posicin arqueada hacia arriba? Tales instrucciones son, de nuevo, abstracciones que carecen departiculares especficos. El problema que comporta aplicar el conocimiento conceptual acircunstancias concretas, por consiguiente, vuelve a conceptualizaciones subsidiarias (aplicacinde reglas), que a su vez tienen que ser definidas an en trminos de otras conceptualizaciones(reglas) que tienen que ser definidas en funcin de otras, y as sucesivamente, constituyendo unaregresin al infinito. No hay lugar en que el significado conceptual pueda definirse de otro modoque con trminos conceptuales y, por consiguiente, no hay salida a una gama de particularesconceptualizados. Ni con mucho el pensamiento abstracto o conceptual nos permite hacerderivaciones hacia el dominio de la accin concreta. Los enfoques contemporneos de lacognicin dejan en esencia al actor vagando por el diccionario de la mente.

    Este problema va de la mano del enigma del origen del concepto. En este ltimo caso

    encontramos que no hay modo de derivar las categoras de representacin de los objetos delmundo real. Los particulares del mundo real no exigen que se haga por ellos ningunaconceptualizacin particular. Del mismo modo, una vez dentro del mbito conceptual, no haymodo de determinar qu contara de manera necesaria como una realizacin concreta de lacategora mental. En efecto, no existen relaciones de necesidad lgica entre particularesconcretos, ya se trate del extremo estmulo o del extremo respuesta del continuo tradicional.Y si esto es as, qu tipo de consecuencias comporta la cognicin para la supervivencia de laespecie? Si la observacin no establece ninguna exigencia sobre la representacin cognitiva, y larepresentacin no tiene de manera necesaria consecuencias en el comportamiento, entonces qupapel desempea la cognicin en la gua o direccin de la accin efectiva?

    La lucha del terico por relacionar la cognicin con la accin arrostra todava una ulterior

    dificultad. Especficamente, tenemos que preguntar por cmo una categora cognitiva, unconjunto de proposiciones, una estructura representacional u otros similares pueden producir unaaccin. Las entidades cognitivas han venido siendo tpicamente caracterizadas como de carctermecanicista, como estructuras estables y duraderas. No son en s mismas fuentes originarias deaccin. Por consiguiente, uno puede conocer una situacin dada como amenaza para la vida yconcluir tengo que escapar. Sin embargo, nada hay dentro de este estado conceptual que exija oprovoque cualquier forma particular de accin. Aun en el caso de que uno concluyera tengo quesalir corriendo, nada hay en la apreciacin misma que genere el movimiento corporal. Porconsiguiente, una vez dotado con una gama particular de conceptos, qu es lo que finalmentemueve al individuo a la accin?

    Para resolver este problema, muchos tericos han encontrado necesario postular fuentespsicolgicas adicionales, de manera ms caracterstica, energas, motivos o procesos dinmicos.Se sostiene que son estas fuentes las que mueven al individuo a la accin, mientras que losconceptos o esquemas de manera ms adecuada proporcionan la direccin o los criterios para laaccin. Ahora bien, en el lenguaje corriente, decimos que tenemos deseos, anhelos, ynecesidades, y utilizamos nuestro conocimiento del mundo para ayudarnos a satisfacerlos. Contodo, examinemos los problemas que de ello resultan: primero, el terico tendra que admitir quela cognicin la dirige un sistema motivacional, por consiguiente la centralidad de la cognicin enla constitucin humana queda concomitantemente reducida. Si son los motivos los que conducenel organismo, la cognicin sirve meramente como el mapa del terreno, entonces los motivos (u

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    otras fuentes energticas) se con-vierten en un foco crtico de estudio, sustituyendo a la cognicincomo la fuente originaria de la accin. En el caso extremo, las cogniciones se con-vierten enmeros derivados o peones de energas ms fundamentales. Para el cognitivista moverse en ladireccin de las fuentes de energa es ame-nazar la empresa cognitivista.8

    Si la fuente motivacional se aade al compendio explicativo, entonces uno se enfrenta a la

    nueva pregunta sobre cmo trabajan juntos los motivos y las cogniciones. Cmo, por ejemplo, elsistema conceptual conoce (registra o refleja) la direccin motivacional? Cules son las metasde nuestros deseos? El sistema conceptual no habra de tener un medio para identificar el estadodel sistema motivacional? Con todo, si el sistema conceptual es de naturaleza descendente si esla percepcin del deseo y no el deseo mismo lo que cuenta, no se elimina de modo efectivo eldeseo de la escena? El deseo desaparece como un dispositivo instigador del mismo modo que elmundo real era olvidado en el primer anlisis. Si la cognicin es, en cambio, teorizada comoascendente, no rehabilita el cognitivista todos los problemas de un enfoque medioambientalistadel conocimiento (ahora al nivel del proceso interno) que el concepto de una cognicindescendente estaba destinado a resolver? Y si consideramos la fuente motivacional y suoperacin, nos enfrentamos todava a ms problemas. Cmo es que, por ejemplo, la motivacin

    puede operar careciendo de medios para (1) identificar la meta que se est intentando alcanzar(saber o conocer qu dar placer o satisfaccin), y (2) sostener tenazmente esta meta durante eltiempo suficiente que permita la accin efectiva? Si a la fuente motivacional se le garantiza estasuerte de capacidades la capacidad de reconocimiento y de memoria, rpidamente sepone en claro que hemos generado un segundo dominio de cognicin. Es decir, hemos dotado lamotivacin de los mismo atributos que previamente se daban po

    r sentados para la cognicin. En la actualidad no tenemos un sistema cognitivo en elindividuo sino dos, y el edificio terico empieza a tambalearse vctima de su propio peso.

    La segunda revolucin: la epistemologa social

    Los argumentos precedentes amplan el campo de preocupaciones de los captulos anterioresal extender el abanico de limitaciones a una explicacin cognitiva del conocimiento humano. Talcomo sugieren, la orientacin cognitiva no slo elimina del inters cientfico la amplia parte depreocupaciones humanas, tambin es incapaz de explicar tanto el origen de sus estructuras comolos medios a travs de los cuales la cognicin afecta a la accin. Tal como he sugerido encaptulos anteriores, las principales dificultades con las que se topa la orientacin cognitiva en eldominio de la psicologa derivan de problemas ms generales inherentes a una metafsicadualista.9Si un mundo real ha de reflejarse a travs de un mundo mental y el nico medio de

    8La teora freudiana es un buen ejemplo de cmo un acento puesto en las fuentes motivacionales (el id) reduce laimportancia de la cognicin (el ego) en la comprensin de la accin humana. Los cognitivistas contemporneos son

    bien conscientes de la amenaza potencial que supone el mundo energtico. Existe un movimiento vivo dentro del

    mbito cognitivo tendente a desarrollar medios tericos tanto para convertir la motivacin en una forma de cognicin(vase, por ejemplo, Kruglanski, 1992) como para considerar las emociones como energas conocidas (Schachter,1964), subvirtiendo as el mundo energtico y sosteniendo la hegemona del cognitivismo. Sin embargo, en todosestos casos, el terico recapitula luego el problema presente (aunque ahora oculto detrs de la mesa): Cmo lasabstracciones, los conceptos, las ideas o las proposiciones internas producen en s mismas accin?9En otro lugar he utilizado el trmino socioracionalista generando asi un contraste til entre la epistemologaempirista, por un lado, y la racionalista, por otro (Gergen, 1994). El trmino sugiere que aquello que denominamosracionalidad es un derivado no de la mente individual sino del intercambio social. La epistemologa social se escogeen el presente contexto para hacer hincapi en la sustitucin de la exposicin del conocimiento clsica en trminos derelacin sujeto-objeto por un enfoque especficamente social. Aunque sin renunciar plenamente a los vnculos con la

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    determinar el emparejamiento es a travs del mundo mental, entonces el mundo real siempreseguir siendo opaco y la relacin entre ambos inexplicable.

    Con todo, tal como hemos visto, existe otra revolucin que tiene lugar dentro del mundointelectual, aquella que no slo permite abandonar estos vetustos problemas, sino que invita anuevas formas de investigacin. Se trata de una revolucin que se extiende a travs de las

    disciplinas y que sustituye la epistemologa dualista de una mente cognoscente que se enfrenta aun mundo real por una epistemologa social. El lugar del conocimiento ya no es la mente delindividuo sino ms bien las pautas de relacin social. A fin de dilucidar las consecuencias queeste cambio tiene para una psicologa social relativizada, es til subrayar algunos de losprincipales argumentos entresacados de captulos anteriores.

    Si en primer lugar dejamos en suspensin la preocupacin por los problemas subyacentes acmo se relacionan la mente y el mundo, quedamos libres para trabajar en una parcela en la quelos frutos se encuentran a una distancia ms satisfactoria. En lugar de marearnos ftilmente conlos conceptos en nuestras cabezas puede que sea til que dirijamos nuestra atencin ms bien ala funcin del lenguaje (en todas sus formas), tal como lo conocemos en el quehacer cotidiano. Esposible dejar a un lado las preguntas lbregas sobre cmo operan los esquemas, los prototipos,

    las memorias y los motivos, y centrarnos en el modo en que nuestras palabras se incrustan ennuestras prcticas de vida. Este movimiento nos prepara para otro ms, ya que el lenguajehablado y escrito es inherentemente un resultado del intercambio social. Si un individuodispusiera de un lenguaje que fuera exclusivamente privado no sera considerado medianteestndares comunes un lenguaje. Si estas propuestas parecen razonables por el momento,entonces estamos en disposicin de concluir que aquello que damos por proposicionescognoscibles sobre el mundo son esencialmente el resultado del hecho de estar relacionadossocialmente. Aquello que consideramos como proposiciones que vehiculan el conocimiento (latierra es redonda y no plana, las personas estn biolgicamente preparadas para la expresinemocional) no son logros de la mente individual, sino de las relaciones sociales.

    La pregunta crtica planteada por una epistemologa dualista es: Cmo llega la mente a

    reflejar la naturaleza del mundo real? Hasta que esta pregunta pueda recibir una respuesta, no haymedio alguno para determinar cundo un individuo ha adquirido un conocimiento preciso, o paradecidir cules de entre las exposiciones en competencia se aproximan mejor a la verdad. Enefecto, los criterios de la verdad dependen de la respuesta que se d a lo que hemos visto que esun conjunto intratable de problemas conceptuales. Al cambiar nuestro foco de atencin de lamente al lenguaje, sin embargo, la naturaleza de nuestras preocupaciones cambiaespectacularmente. Dejamos de preocuparnos por las cuestiones de fundamentacin de la verdady de la objetividad. Aquello que acabamos denominando cosas en cualquier ocasin que se nospresenta no es en absoluto un asunto de fidelidad al mundo tal como es. Se trata ms bien de unasunto de relaciones particulares en las que participamos. Esto no hace que el cientfico sea msexacto en sus juicios que un nio de seis aos, y con ello queremos decir simplemente que cadaindividuo utiliza los trminos que son ms o menos adecuados a una serie de prcticas en las quese halla comprometido.

    En cuanto al construccionista, hay que decir que es posible que considere los conceptos deverdad y objetividad en trminos de la pragmtica social. Son tiles, por ejemplo, para elogiar ocondenar. A un nio le recompensamos por decir la verdad, no porque haya referido conprecisin un estado de sus neuronas sensoriales, sino porque la relacin que nos facilita

    cognicin, la formulacin elaborada por Fuller (1988) de una epistemologa social llevando la sociologa delconocimiento a sus lmites epistemolgicos est en consonancia con la exposicin presente.

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    concuerda con nuestras propias convenciones como adultos. Cuando galardonamos al mdicoespecialista que descubre la terapia para una enfermedad mortal, lo hacemos no porque haya vistolos procesos corporales tal como son; ms bien ha llevado a cabo una serie de prcticas(juntamente con modos de indexacin socialmente aceptables) que redundan en lo queconvencionalmente damos en llamar la prolongacin de la vida.

    Tal como destacamos en captulos anteriores, estas conclusiones generan nuevos mbitos deinters para el cientfico. Uno de los ms prometedores es el de los valores humanos. En el casode la epistemologa dualista, la preocupacin por la tica, la moral y la ideologa es algosecundario (y para muchos, en su conjunto, algo descartable). El problema esencial es si elcientfico registra con precisin el mundo tal como es; que al cientfico le guste o, al contrario,deteste el objeto de observacin es algo irrelevante, si no ofuscante, en cuanto al proceso deadquisicin de conocimiento. Para el epistemlogo social, en cambio, las exposiciones del mundose incrustan en las prcticas sociales. Cada exposicin apoyar determinadas prcticas sociales yamenazar a otras con la extincin. Por consiguiente, una pregunta crtica a plantear a las diversasexposiciones del mundo es la que alude a cules son las clases de prcticas que apoyan. Nospermiten adoptar estilos de vida que creemos valorables, o tales exposiciones amenazan estas

    pautas sociales? En cuanto al epistemlogo social, una pregunta de primera magnitud que tieneque plantear, digamos, a la teora skinneriana de la conducta, no es la de si es objetivamentevlida. Si adoptamos el lenguaje terico propuesto en este dominio, la pregunta sera ms bien:De qu modos se ven nuestras vidas enriquecidas o empobrecidas? Queremos abandonar lasdiversas prcticas en las que son esencialmente constitutivos trminos como intencin,libertad y dignidad? Si la respuesta es negativa, entonces podemos arrimamos a otrascomprensiones.

    Formas de exploracin construccionista

    Cules son las formas de la investigacin en el dominio de la psicologa social que se ven

    favorecidas por este cambio de una epistemologa individual a otra social? Aqu es ante todonecesario distinguir entre un programa de investigacin interno y otro externo. Es decir, adoptarsus suposiciones de una epistemologa construccionista especficamente favorece determinadaslneas de investigacin. Como tentativas llevadas a cabo en trminos de postura epistemolgica,extienden sus presuposiciones y tratan sus trminos (respecto a todos los propsitos prcticos)como si reflejaran el mundo tal como es. Con todo, habida cuenta de que una preocupacin por laverdad ha sido sustituida por las cuestiones de inteligibilidad, de utilidad social, y de valorhumano, el construccionismo no exige que toda la investigacin sea llevada a cabo en sustrminos. En realidad, tambin invita al especialista a que explore y ample cualquier forma deinteligibilidad que encuentre significativa dentro de las relaciones vigentes, tanto en el interiorcomo en el exterior del mundo especializado. Dir en breve ms cosas sobre el programaampliado, sin embargo, hagamos un muestreo primero de las tres formas de investigacin quedemuestran la potencialidad de una psicologa social reconstruida.

    La crtica social y reflexiva

    Dado que el cambio a una epistemologa social lleva consigo un renacimiento del inters porlos valores y la ideologa, se invita al psiclogo a que hable claro de los asuntos que hasta ahorahan lindado con lo no profesional (ya que la ciencia, se acostumbra decir, trata de hechos, no devalores). Los anlisis comprometidos con valores, las crticas basadas ideolgicamente, y las

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    propuestas ticamente informadas en relacin a modos alternativos de vida social son ahora bienrecibidos entre las filas de los valores profesionales. De lejos la mayor parte del trabajo de baseevaluativa en el campo de la psicologa se ha centrado en la propia ciencia. Tal como muchoscreen, en sus afirmaciones de superioridad en temas de verdad objetiva, las ciencias han rodadopeligrosamente por la pendiente de la mistificacin: los compromisos valorativos del cientfico

    han encubierto el engaoso lenguaje de la neutralidad objetiva. El problema es tanto ms gravecuanto que la mayora de los propios psiclogos parecen o bien estar desinteresados o estarciegos respecto a las consecuencias sociales y polticas de lo que es simplemente decir que estoes tal como es (Ibez, 1983)

    Hasta la fecha, las crticas internalistas ms importantes han sido aireadas primeramente porla escuela crtica y las psiclogas feministas. La primera, derivando su sostn del tempranoataque de Marx contra el aparente valor de neutralidad de la teora econmica capitalista, yaguijoneada por los ltimos escritos de Adorno, Horkheimer y Habermas, se ha mostradovigorosa y amplia de miras en su crtica. La crtica que Pin (1974) hace de la investigacin deconflictos, el ataque de Newman (1991) de la psicologa empirista, la propuesta de Wexier (1983)de una psicologa social crtica y los volmenes editados por Armistead (1974), Larsen (1980)

    y Ingelby (1980) son todos ejemplos relevantes. Se han hecho tambin intentos de ir ms all dela sola crtica para construir una nueva forma de psicologa basada en un pensamientoneomarxiano. En el mbito de la salud mental, el movimiento de la psicologa radical (Brown,1973; Newman, 1991) ha demostrado ser un catalizador vital. En el mbito experimental, eltrabajo de Klaus Holzkamp y sus colaboradores ha sido esencial para el enfoque de una nuevapsicologa (vase Tolman y Maiers, 1991).

    Incluso ms extensa es la gama de crtica ofrecida por el movimiento feminista enpsicologa. Los primeros ataques se centraban en los prejuicios sexistas de la investigacinpsicolgica: el excesivo uso de muestras masculinas, la insensibilidad terica a las diferenciassexuales, y otras cuestiones interiores al paradigma (Deaux, 1985; Eagly, 1987; Parlee, 1979).Sin embargo, en los ltimos aos los crticos feministas han empezado a desafiar el edificio

    completo de la psicologa emprica, incluyendo sus supuestos epistemolgicos y metodolgicos.Tal como viene razonado, el enfoque que la psicologa tradicional da del conocimiento estsaturado de prejuicios andrcntricos. Su investigacin se afana por controlar su objeto, porseparar al cientfico de aquellos que estn bajo estudio, el gusto por la metodologamanipulativa, y se muestra insensible o impermeable a la comprensin que el individuo tiene desus propias acciones (y particularmente de las que son propias de las mujeres) (Unger, 1983;Belenky y otros, 1986; Gilligan, 1982; Squire, 1989). Lo que estas crticas exigen entonces sonnuevas maneras de pensar el conocimiento (M. Gergen, 1988b; Hare-Mustin, y Maraceck, 1988;Kitzinger, 1987), la metodologa (Roberts, 1981; Fonow y Cook, 1991) y los fines de lainvestigacin psicolgica a los que se supone que sirven. En el ltimo caso, los psiclogosfeministas estn en trance de desarrollar enfoques alternativos de la investigacin psicolgica(Hollway, 1989; Wiikinson, 1986; Morawski, 1987; M. Gergen 1989).10

    Aunque la escuela crtica y los anlisis feministas se cuentan entre las formas mscoordinadas y plenamente desarrolladas de crtica, el impulso crtico se extiende ahora a travs de

    10 No existe necesariamente un acuerdo entre estas psicologas alternativas impulsadas ya sea por la escuelacritica, el feminismo y el construccionismo social. Aunque existe una afinidad potencial entre buena parte de la obrafeminista y un punto de vista construccionista, la mayora de escritores de la escuela critica consideran su programacomo realista y materialista. El tema principal, sin embargo, es que un enfoque construccionista favorece tanto lacrtica ideolgica como la ampliacin de los vocabularios de la vida social. No exige que los resultados de esetrabajo crtico sean consistentes con una perspectiva construccionista.

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    un amplio espectro. Apfelbaum y Lubek (1976) han mostrado de qu modo la investigacinprincipal en la resolucin de conflictos vuelve invisible la crisis de las diversas minoras y delas forma particulares de injusticia a las que estn sujetas. Tanto Furby (1979) como Stam (1987)han articulado los prejuicios ideolgicos que subyacen a los lugares del control de investigacin.Sampson (1978, 1988) ha desarrollado una serie de potentes argumentos contra la ideologa del

    individualismo independiente inconfesablemente seguido por la mayora de las formas deteora psicolgica. Deese (1984) ha mostrado cmo muchas concepciones populares de lapsicologa contempornea olvidan los supuestos que subyacen a las formas democrticas degobierno. Wallach y Wallach (1983) han sostenido que buena parte de la teora psicolgicasanciona positivamente el egosmo. Hacindose eco de este enfoque, Schwartz (1986, 1990) hademostrado cmo las teoras que representan la accin humana como motivada por un deseo debeneficio mximo y prdida mnima estimulan las clases mixtas de actividades que predicen.Otros anlisis se han centrado en las funciones polticas e ideolgicas a las que sirven tericosespecficos, como Daniel Stern (Cushman, 1991), Abraham Maslow (Daniels, 1988) y JeanPiaget (Broughton, 1981). Bradley (1989, 1993), Vandenberg (1993), Morss (1990) y Waikerdine(1993), junto con la obra publicada de Broughton (1987), han puesto en tela de juicio, de un

    modo reflexivo y profundo, presuposiciones comunes en el mbito de la investigacin sobre eldesarrollo. Tanto Larsen (1986) como Parker y Shotter (1990) han instrumentalizado docenas decolaboraciones que ponen la psicologa social de corte tradicional bajo un examen crtico,prestando especial atencin a sus apoyos ideolgicos no examinados.

    Dado que a menudo sus mensajes no son nada gratos y sus fundamentos escasamentecomprendidos, estas lneas de investigacin apenas han sido abrazadas en masa por lospsiclogos (por no decir que han sido escasamente ledas). Sin embargo, no podemosmenospreciar la importancia de un tipo de trabajo como ste, en trminos tanto de los nuevosmodos de expresin que ofrece a los miembros de la profesin como en cuanto a lasensibilizacin ante la disciplina frente al impacto social y poltico de sus informes objetivos.Las principales necesidades, llegados a este punto, son las de una mayor expansin en el abanico

    de voces representadas en esta empresa y la institucionalizacin, a gran escala, de lainvestigacin autorreflexiva (el desarrollo de cursos, revistas, redes y dems). Con esto, noabogamos por el cese de todas aquellas actividades que se someten a examen crtico; sinembargo, s tiende a favorecer la apertura de actividades cientficas a un abanico ms amplio deconsideraciones que las que se han dado hasta la fecha.

    Emparejada con la crtica interna o disciplinaria, una epistemologa construccionista tambinalienta los anlisis evaluativos de la cultura en sentido ms general. Desde el punto de vista delespecialista con sensibilidad tica, cules son las imperfecciones de la sociedad contempornea?Qu alternativas han de ser consideradas? Antes de la hegemona del programa conductista y delempirismo en este siglo, los psiclogos podan participar con mayor libertad (y con mayordesparpajo) en dilogos culturales sobre los valores, las polticas y las metas. Empezando con Elporvenir de una ilusin de Freud y continuando con las obras de Horney, Fromm y Marcuse,hubo una participacin vital en las polmicas acerca del bien cultural. Las posteriorescontribuciones de Robert Lifton, Thomas Szasz, Rollo May, Warren Bennis y Philip Slater, todasellas han dejado huellas importantes en la conciencia pblica. 11Sin embargo, este tipo de debatesy estudios han permanecido largo tiempo ignorados o han sido considerados con antipata por

    11En otros dominios de la ciencia social, donde el compromiso empirista era menos intenso, la crtica social siguefloreciendo. Hannah Arendt, Robert Bellah, Alian Bloom, Barbara Ehrenreich, Ivan Illich, Christopher Lasch yDavid Riesman son slo algunos de los que estimularon la conciencia cultural en el presente siglo.

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    parte de quienes estaban dentro de la academia. A medida que las exigencias empiristas han idomarchitndose y las consideraciones sociales han alcanzado el nivel de la conciencia, el caminoha quedado de nuevo practicable para una crtica cultural ms amplia. El anlisis que Dinnerstein(1976) llevara a cabo de las relaciones entre los sexos, tal vez una obra de primera magnitud,demostr la posibilidad de vehicular un potente mensaje social sin que con ello se resintiera la

    integridad de la especialidad. En Changing the Subject, Henriques y otros (1984) atacan lasformas individualizadas de comprensin que son comunes a las instituciones occidentales, ysealan sus efectos nocivos sobre la vida organizativa, la poltica, la educacin y las relacionesentre los sexos. Waikerdine (1988) ha ampliado esta forma de anlisis centrndose de un modoms explcito en la subyugacin de los procesos de razonamiento en las instituciones educativas.Las obras de Tavris (1989) y de Averill y Nunley (1992) desplazan el dilogo desde la^academiaa la cultura en la medida en que desafan el enfoque ampliamente aceptado de la emocin comoalgo biolgicamente fijo y abren, mediante el anlisis construccionista, alternativas para la accincotidiana. Mi propia aportacin, The Saturated Self, intenta seguir las consecuencias crticas de latecnologa de la comunicacin en relacin con la concepciones contemporneas del yo y de larelacin.

    Formas de construccin social

    Una segunda lnea de la investigacin construccionista se centra en la construccin del yo ydel mundo. Este tipo de trabajo caractersticamente cae bajo las rbricas de construccin social,anlisis del discurso, comprensin cotidiana, clculo social o etnometodologa. El intentoesencial de este tipo de investigacin consiste en documentar las realidades que se dan porsentadas y que son as integrales para las pautas de la vida social: cmo se caracteriza (describe,comprende, indexa) la gente a s misma y el mundo con el que tratan de modo que sus accionesson inteligibles y justificables. Ilustrativas de esta tendencia en franca expansin son lasinvestigaciones en torno a la naturaleza construida de las concepciones que damos por sentadas

    acerca del cuerpo (Young, 1993), la diferencia entre los sexos (Laqueur, 1990), la enfermedaddesde el punto de vista del mdico (Bury, 1987; Wright y Treacher, 1982), el deseo sexual (Stein,1990), el embarazo (Gardner, 1994), la infancia (Stainton Rogers y Stainton Rogers, 1992), lainteligencia (Andersen, 1994), el abuso de la mujer en el entorno matrimonial (Loseke, 1992), elcurso de la vida (Gubrium, Holstein, y Buckholdt, 1993) y la geografa del mundo (Gregory,1994).

    A nivel de la superficie, esta empresa se asemeja fuertemente a la investigacin en reas dela cognicin social (Semin y Krahe, 1987), fenomenologa (Giorgi, 1985), la teora subjetiva(Groeben, 1990) y la representacin social (Moscovici, 1984). En cada caso, la investigacin secentra en el lenguaje hablado o escrito. Sin embargo, existen importantes diferencias entre lasempresas, sus mtodos y consecuencias. En primer lugar est la diferencia en las inferencias quese sacan del procedimiento de investigacin al servicio al que acaba rindindose la investigacin.En cuanto a los investigadores en la cognicin social, la fenomenologa y la teora subjetiva, lasmuestras de lenguaje se utilizan para sacar inferencias para las condiciones mentales (esquemas,redes preposicionales, mundos de vida, estructuras de argumentacin). En efecto, las muestras delenguaje son expresiones o emanaciones de un lugar de inters cientfico que yace en cualquierotro lugar. El lenguaje no es en s mismo socialmente significante; adquiere importancia entrminos del acceso que proporciona a otro mundo. Adems, la teora de la ciencia queracionaliza este tipo de trabajo es individualista y (salvo para algunos fenomenlogos) es dualistaen su origen. En cada uno de estos aspectos, este tipo de trabajo difiere de un modo importante de

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    la investigacin construccionista social.El caso de la representacin social es ms complicado. En su fase inicial durkheimiana, la

    representacin social se defina como la elaboracin de un objeto social por la comunidad alefecto del comportamiento y la comunicacin (Moscovici, 1963, pg. 251 [cursiva ma]). Enefecto, el nfasis era no cognitivo y, en este sentido, tena mucho en comn con el

    construccionismo social. Al mismo tiempo, el centro era macroestructural, y las cuestionesconstruccionistas de las relaciones microsociales reciban poca atencin. Posterioresformulaciones (vase, por ejemplo, Moscovici, 1984) adoptan una orientacin distintivamentecognitiva; las representaciones sociales se consideran formas de constitucin mental y lasrepresentaciones de la comunidad simplemente un sumatorio de acciones individuales. Aunque elenfoque cognitivo ha sido sometido a una crtica importante (vanse Parker, 1987; McKinlay yPotter, 1987), buena parte de la investigacin asociada se ha mantenido en el contexto del marcoinicial. As, por ejemplo, la investigacin sobre los enfoques que se dan de la enfermedad y lasalud (Herzich, 1973), las imgenes del cuerpo (Jodelet, 1984), las representaciones de lasrelaciones estudiante profesor (Gilly, 1980), las relaciones televisivas (Livingstone, 1987) y otras(vase el resumen que dan Farr y Moscovici, 1984), todas se centran en las comprensiones

    pblicas compartidas que se dan dentro de la cultura. Esta investigacin mantiene una estrechaafinidad con muchas empresas construccionistas.Sin embargo, existe un nfasis adicional de buena parte de la investigacin construccionista,

    que la separa de muchas exposiciones representacionistas sociales, junto con la investigacinrelacionada en la cognicin social, la fenomenologa y la teora subjetiva. La mayor parte de lainvestigacin en estos diversos mbitos favorece la estabilizacin cultural, es decir, su meta escaractersticamente fijar o dar una estructura definitiva al modo de pensamiento (pauta societaria)que se considera y examina. La labor de los cognitivistas sociales, por ejemplo, se completa unavez que han delineado plenamente el carcter del mundo cognitivo. Similarmente, losfenomenlogos pueden sentirse satisfechos cuando han captado los elementos esenciales delcampo fenomnico del individuo, y los investigadores activos en el mbito de la teora subjetiva

    puede que se sientan complacidos si han explicado completamente la teora subjetiva delindividuo. La aplicacin de este conocimiento de producirse en general se deja a otros alos que hacen practicas o aquellos que quedan fuera del espectro cientfico. En cambio, paraaquellos comprometidos en la investigacin construccionista o discur^ siva, el objetivo deinvestigacin ms frecuente es la desestabilizacin. Dado que las construcciones que las personasse hacen del yo y del mundo son elementos constitutivos de la vida cultural, y dado que son losinstrumentos por medio de los cuales se llevan a cabo relaciones, es poco atractivo documentarlossirviendo a una teora abstracta validadora y descontextualizada. Este tipo de documentacin notendra mayores secuelas que el hecho de documentar los recitados del Padrenuestro, que no harams que dilucidar convenciones comunes. El problema ms desafiante consiste en asignarconvenciones que no se reconocen comnmente como tales (que son naturales o que se las dapor algo sentado), y que en cierto modo son problemticas o lesivas para la sociedad. Elconstruccionista concentra su atencin en los modos de decir las cosas que las personas engeneral no consiguen reconocer como construcciones y que el investigador quiere desafiar.

    Algunos de los primeros ejemplos del impulso desestabilizador de buena parte de lainvestigacin construccionista fueron estimulados por la obra de Spector y Kitsuse (1987),Construccting Social Problems. En lugar de aceptar los problemas sociales tal como vienen dadosy precipitarse en las soluciones, exploran los modos como tales problemas llegan a definirsecomo son. Para quin es el alcoholismo, la homosexualidad, la drogadiccin y dems, unproblema, y por qu lo es? De qu modo se pueden enfrentar este tipo de cuestiones en trminos

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    de las matrices de significado en las que se incrustan? Otros ejemplos ms de desestabilizacinabarcan el anlisis que Kessier y McKenna (1978) hicieron de la multiplicidad de definiciones delos sexos que se oponen a la polaridad tradicional. Siguiendo lneas similares, los investigadoresdemuestran los diversos modos como se construye el sexo (Lorber y Farrell, 1990), juntamentecon los conceptos de heterosexualidad y homosexualidad (Greenberg, 1988; Urwin, 1985), el

    sndrome premenstrual (Rodin, 1992) y, por supuesto, la sexualidad misma (Tiefer, 1992;Caplan, 1989). Otros han desestabilizado las formas tradicionales de teora organizacional(Kilduff, 1993) y tabs organizacionales (Martn, 1990). Este tipo de investigacin es claramentepoltica en sus consecuencias, inquietando todo aquello que damos por sentado y abriendo nuevasposibilidades para la accin. Las consecuencias desestabilizadoras son puestas especialmente enclaro en las demostraciones realizadas por Kitzinger (1987) acerca de cmo las construccionesliberales del lesbianismo socavan las consecuencias radicales de los estilos de vida lesbianos ycontribuyen a la homofobia. Otra investigacin ha intentado revelar el carcter construido dediversos fenmenos psicolgicos. Estos estudios ponen en peligro creencias aejas sobre laexistencia de procesos cognitivos (Coulter, 1979), hostilidad (Averill, 1982; Tarvis, 1989),actitudes (Potter y Wetherell, 1987), dolor fsico (Cohn, 1993), amor (Averill, 1985),

    clasificaciones emocionales (Harr, 1986; Day, 1993), sinceridad (Silver y Sabini, 1985),intencin (Jayyusi, 1993), estructura de la personalidad (Semin y Chassein, 1985; Semin y Krahe,1987), desarrollo infantil (Kessen, 1990) y adolescencia (Hill y Fortenberry, 1992). De un modosimilar, se ponen en tela de juicio los fundamentos para la angustia (Sarbin, 1968; Hallam, 1994),la esquizofrenia (Sarbin y Mancuso, 1980), la depresin (Wiener y Marcus, 1994; Nuckells,1992) y la anorexia y la bulimia (Gordon, 1990) y de un modo ms general las clasificacionespsiquitricas (Gaines, 1992; Gremillon, 1992). Al revelar los modos como nos construimospsicolgicamente, se argumenta, ya no nos es preciso estar ceidos por creencias tradicionales,tanto en nuestro quehacer cotidiano como en el laboratorio de psicologa.

    Estas formas de desconstruccin se ven efectivamente complementadas por la importanteinvestigacin de Jan Smedslund (1988, 1991) sobre las convenciones que rigen el uso del

    discurso psicolgico. Tal como sostiene Smedslund, a fin de ser inteligible, la investigacinemprica en psicologa tiene que emplear estas convenciones comunes, porque fracasar a la horade interpretar convencionalmente es un absurdo. Por consiguiente, la investigacin emprica enpsicologa es ampliamente pseudoemprica: parece poner a prueba hiptesis, pero si contradicelas hiptesis viola las convenciones comunes de la comprensin (como al probar que, cuando lagente desea actuar, no acta). Utilizando argumentos similares he intentado, por mi parte,demostrar la base analtica o definicional para todas las proposiciones significativas querelacionan la mente con el mundo y la accin (Gergen,1988a).

    En el hincapi que hace en la naturaleza contingente de los postulados de realidad, elconstruccionismo tambin invita al investigador a pensar en trminos de investigacinpolticamente juzgada. En lugar de intentar reflejar la verdad de un modo tradicional, lainvestigacin misma se convierte en un instrumento para la emancipacin o la intervencin.Genera una postura crtica hacia lo que se da por sentado. Siguiendo este hilo, los investigadoresse han centrado en el discurso existente sobre la maduracin y el curso de la vida (Spencer, 1992;Gubrium, Holstein y Buckholt, 1993), la representacin cultural del SIDA (Treichier, 1987), lanegociacin social de la violacin (Wood y Rennie, en proceso editorial), la construccin delproblema de la conducta en las escuelas (Epstein, 1991), y los mitos y ceremonias que conducenla poltica del bienestar a afirmar estereotipos sobre los pobres (Handier y Hasenfeid, 1991).Otras investigaciones se han dirigido hacia temas tales como las creencias sobre la igualdadracional (Alien y Kuo, 1991), las concepciones de la alfabetizacin (Gowen, 1991), la

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    construccin de las noticias en los medios de comunicacin de masas (lyengar, 1991) y laproduccin de realidad poltica (Edelman, 1988).

    La investigacin tradicional empirista est ampliamente ocupada en establecer principiosgenerales, es decir, el conocimiento de la cognicin, la memoria, la percepcin, y dems, queestn contenidos por, o son independientes de, cada cultura o de la historia. Adems de la luz que

    puedan arrojar en los procesos universales (ya sea ampliando o reduciendo una hiptesis dada),tiene poco inters en otras culturas y perodos histricos. El construccionista, en cambio, tieneuna aguda sensibilidad respecto a las perspectivas de otras gentes y pocas. Para uno, si elinvestigador puede demostrar variaciones significativas en el modo como la gente da cuenta delyo y del mundo, estos hallazgos pueden desafiar las realidades de sentido comn de la culturacontempornea. Un tipo as de investigacin puede, por consiguiente, utilizarse para desconstruirlas ontologas contemporneas y, por consiguiente, abrir un espacio para el examen de lasalternativas. La investigacin de Averill (1982) sobre el enfado constituye un excelente ejemplo.En general, existe una fuerte tendencia a considerar las emociones como algo biolgicamentefijo: como tendencias naturales comunes a todas las personas. Con todo, al exponer lasdiferencias marcadas en las pautas de accin a travs de las diferentes culturas, Averill demuestra

    que aquello que consideramos que son cosas dadas biolgicamente, es mucho ms plausiblesconsiderarlas como subproductos culturales. El enfado, adopta la forma de una realizacin teatral;puede realizarse bien o mal, o puede ser abandonada en su conjunto como tcnica de relacin.Esta conclusin se generaliza mediante una literatura en constante expansin, a la vez que est enconsonancia con ella. Esta literatura versa sobre la especificidad cultural de la emocin (vanseHarr, 1986; Lutz, 1986a, 1988; Rosaldo, 1980), las concepciones del conocimiento (Salmond,1982) y una diversidad de otros procesos psicolgicos (Bruner, 1990; Shweder y Miller, 1985;Kirkpatrick, 1985; Heelas y Lock, 1981; Carrithers, Collins y Lukes, 1985; Gergen y Davis,1985).

    Cuando empezamos a apreciar la validez local de cmo otros construyen el mundo, tambinestamos preparados para examinar las concepciones alternativas del funcionar humano, del

    conocimiento y de las prcticas relacionadas. De un modo ms especfico, este tipo de trabajodesafa el presupuesto tradicional de una psicologa con un tema de estudio unificado (porejemplo, cognicin, emocin, y dems), y una metodologa unificada (por ejemplo,experimentacin, mtodos correlacinales, y similares). Habida cuenta del hecho de que estospresupuestos tradicionales a menudo se consideran como los creadores del resto del mundo segnuna imagen occidental, y como una justificacin para colonizar an ms, se trata de un objetivorealmente ambicioso. As, pues, toda una retcula de recursos compartidos a travs de las culturasse ve favorecida por un anlisis construccionista comparativo, y redunda en un amplioenriquecimiento de las teoras, los mtodos y las prcticas.

    Adems de estimular el inters por otras culturas, este tipo de anlisis tambin aade unanueva y significativa dimensin al estudio histrico. Al recordarnos la condicin contingente denuestras realidades dadas, las demostraciones del cambio histrico operan como comparaciones atravs de las culturas. Por ejemplo, impulsados por el trabajo innovador de Van den Berg (1961)y Aries (1962), los investigadores se han centrado ampliamente en las variaciones histricas en laconcepcin del nio (vanse las recensiones de Kagan, 1983; Borstelman, 1983; Goodnow yCollins, 1990). Tal como Kessen (1979) concluye, estas variaciones histricas exigen nuevosmodos de conceptualizar la investigacin del desarrollo infantil. El enfoque del estudioacumulativo emprico est anticuado. La perspectiva defendida por Kessen se ve adems apoyadapor la investigacin que se lleva a cabo sobre las primeras races histricas de las concepcionescontemporneas del proceso de desarrollo (Kirschner, en proceso editorial) y por una variedad de

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    estudios que comparan las construcciones del nio a travs de las diferentes culturas (vanseGoodnow, 1984; Harkness y Super, 1983; Gergen, Gloger-TippeIt, y Berkowitz 1990). Lasconclusiones desestabilizadoras que se derivan de esta obra se intensifican gracias a la nuevainvestigacin sobre las variaciones histricas en el amor maternal (Badinter, 1980; Schutze,1986), la pasin (Averill, 1985; Luhman, 1987), los celos (Steams, 1989), el olfato (Corbin,

    1986) y el sentido del gusto (Borg-Laufs y Duda, 1991). Especialmente importantes para laestimulacin del impulso autorreflexivo en la psicologa son los trabajos que exploran las racessociohistricas del concepto psicolgico de persona (Buss, 1979), del sujeto en la investigacinpsicolgica (Danziger, 1990) y del concepto de experimento psicolgico (Morawski, 1988). Unainvestigacin as nos invita a reconsiderar nuestros vnculos profesionales contemporneos y aser sensibles a posibilidades alternativas.

    Los procesos de construccin

    Una epistemologa construccionista invita a una tercera forma de investigacin centrada enlos propios procesos sociales. Por medio de qu procesos logran colectivamente las personas la

    comprensin, de qu modo se producen los fracasos en la comprensin, y bajo qu condicioneses probable que cambien o resistan al cambio las construcciones comunes, de qu modo puedenreconciliarse construcciones contradictorias del mundo? El construccionismo abre un nuevoconjunto de preguntas y ofrece una gama de recursos para la investigacin. Hasta ahora, este tipode investigacin se ha beneficiado grandemente de la obra pionera de Garfinkel (1967) sobre laetnometodologa, de las muchas intuiciones y aportaciones conceptuales de Goffman (1959,1967) a las estrategias microsociales, y de las diversas contribuciones de Harr (con Secord,1972, 1979) a una psicologa social etnognica. Un rasgo irresistible de esta obra ha sido sucambio en el punto de inters y explicacin dejando atrs el dominio interno o psicolgico ycentrndose en el mbito de la interaccin. Ha renovado el inters por los procesos psicolgicosdentro de individuos singulares suerte comn a la psicologa social experimental con un

    inters por la interdependencia, por los resultados determinados en comn, o por la accinmutua. Aunque no siempre rompe con la perspectiva individualista, la investigacin de laautopresentacin y de la gestin de la impresin (Schienker, 1985; Tseelon, 1992a), de laexposicin que da cuenta de lo social (Semin y Manstead, 1983; Antaki, 1981), de las relacionesntimas (Hendrick, 1989; Duck, 1994; Burnett, McGhee y Clarke, 1987), de episodios deinteraccin (Marsh, Rosser y Harr, 1978; Porgas, 1979) y de la gestin del significado (Pearce yCronen, 1980; Sigman, 1987) ha hecho un marcado hincapi en la interdependencia social.

    En la obra de Mummendey (1982) y sus colaboradores se hace un mayor y sui generishincapi sobre los modos como aparece la agresin no como una expresin de un impulso internosino como un producto de la interaccin. Felson (1984) ha demostrado efectivamente laimportancia de este enfoque a la hora de comprender diversas agresiones criminales. Otrasperspectivas se han abierto a travs de las incursiones hechas en los procesos de discurso. Losestudiosos del desarrollo como Youniss (1987) y Berkowitz, Oser y Althof (1987) han exploradola construccin social de la moralidad en el nio. Miller y otros (1990) han investigado losmedios a travs de los cuales las prcticas narrativas afectan a la construccin que el nio hacedel yo. Riger (1992) se ha centrado, de un modo similar, en el sexo como una realizacin quenace de la interaccin, y Henwood y Coughian (1993) han hecho aportaciones sobre laconstruccin mutua de la intimidad en la relacin madre-hija. Davies y Harr (1990) hanteorizado sobre el posicionamiento del yo en el discurso. Potter y Wetherell (1987) hanexaminado los modos como se generan objetos de conversacin a travs del intercambio social

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    y como se utilizan diferentes movimientos conversacionales para garantizar o justificar losdiversos postulados de realidad. En una investigacin que plantea un importante desafo alenfoque tradicional de las personas como esforzndose por alcanzar la consistencia cognitiva,Billig y sus colaboradores (1988) han demostrado las inconsistencias del discurso ideolgico delas personas. Edwards y Potter (1992) han dilucidado de qu modo los procesos de construccin

    social propiamente sustituyen a los enfoques tradicionales de la construccin cognitiva ydemostraron la manera discursiva en que se constituyen el yo y el mundo, desarrollando losrudimentos de una psicologa discursiva, haciendo hinfcapi en los procesos de elaboracin delhecho, la creacin de la actuacin en la conversacin y la responsabilidad como produccindiscursiva. Otros han explorado la construccin del significado dentro de las organizaciones(vanse, por ejemplo, Gray, Bougan y Donnellon, 1985; Cooperrider, 1990). La investigacinorientada por procesos tambin invita al anlisis histrico o diacrnico. En este mbito. Rose(1985) ha analizado crticamente los modos en que se desarrolla la medida psicolgica dentro deun ethos, a la vez que lo apoyaba, favoreciendo el control societario del individuo. Tanto Gergen(1991b) como Parker (1992) se han centrado en los cambios histricos del discurso psicolgicodesde la poca romntica hasta la posmoderna.

    Los empiristas a menudo han distinguido entre la generacin y la aplicacin delconocimiento. El investigador cientfico es el responsable del primero, mientras que quienes seencuentran fuera del edificio cientfico han de cosechar a travs de una serie de deduccionessistemticas los beneficios en su aplicacin. En el captulo 2 ya destaqu los problemas queplantea esta orientacin. Desde el punto de vista de una epistemologa construccionista, ladistincin entre cognoscente y agente no es ya relevante. Dado que las ciencias humanasgeneran discurso y prcticas significativas, y habida cuenta de que este discurso y estas prcticasafectan a la vida cultural, la investigacin en ciencias humanas es por s misma una forma deaccin social. Conocimiento y aplicacin no son algo que sea fundamentalmente separable. Enbuena medida por esta razn, la investigacin en el marco construccionista se vincula con mayorfrecuencia a cuestiones culturales destacadas: temas de conflicto, relaciones sexuales, ideologa,

    poder y otros. El examen pormenorizado de estas temticas constituyen de por s accesos a losdilogos culturales.Los desafos prcticos han enervado muchos intentos construccionistas. Una diversidad de

    estudios surgidos de los marcos prcticos vigentes hacen hincapi en esta posicin pragmtica.As, por ejemplo, Edwards y Mercer (1987) y Brice Heath (1983) exploraron los modos en que seconstruyen las realidades en el aula. Las consecuencias de los procesos construccionistas para lapractica pedaggica han sido elaborados en las investigaciones de Bruffee (1993) sobre elaprendizaje colaborativo y en los exmenes detallados de Lather (1991) sobre la pedagogaposmoderna. Los enfoques construccionistas se han extendido a las prcticas de la direccin degestin organizativa (Astiey, 1985) y los medios con que las organizaciones forman y cambianlas realidades (Srivastva y Barrett, 1988; Deetz, 1992). Bhavnani (1991) se centra en el estudiode las opiniones polticas de los adolescentes y en sus consecuencias para las disposiciones depoder en la sociedad. La preocupacin poltica tambin se ve reflejada en una diversidad deestudios sobre los discursos racistas (Van Dijk, 1992), las retricas del conformismo (Nir y Roeh,1992) y el acoso en la calle (Kissiing, 1991). Los asesores de divorcio han empezado acomprender los problemas de la pareja en trminos de discursos sexuales (Riesman, 1990).Aderson y Goolishian (1988), junto con Schnitman y Fuks (1993) ha reformado el marco delproceso teraputico para que permita la co-construccin de mundos posibles. Reiss (1981) haabierto la investigacin sobre la construccin que la familia hace de la realidad, y con otroscolaboradores McNamee y Gergen (1992) han empezado a elaborar las consecuencias que ello

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    tiene para la prctica teraputica. Volveremos sobre el problema de la practica teraputica en elcaptulo 10.

    En la esfera social, se presta especial atencin a los procedimientos textuales o retricos atravs de los cuales las diversas realidades son comprendidas o desacreditadas. Siguiendo estalnea, Leary (1990) ha reunido a los especialistas con el objetivo de examinar detalladamente la

    funcin de la metfora en la construccin de la realidad social. Sternberg (1990) ha comparadolas metforas de la inteligencia, Brown (1992) ha mostrado de qu modo este tipo de metforashan dado poder retrico al movimiento que opta por las pruebas de inteligencia. Sarbin (1986) haprestado un servicio similar al demostrar la importancia de la narracin tanto en la ciencia comoen la vida cotidiana. Kleinman (1988) trabaja en estrategias narrativas de la enfermedad, losestudios narrativos de la teora del desarrollo (Gergen y Gergen, 1986; Valsiner, 1992) y elexamen crtico que Spence hace de las estrategias narrativas de la teraputica proporcionan unarica gama de ilustraciones de las narraciones que actan (vanse en este sentido los captulos 8-10). Una compilacin de artculos editados por Shotter y Gergen (1989) y obras de Kondo (1990)y Eakin (1985) demuestran la intervencin de procesos textuales y retricos en la formacin de laidentidad.

    Uno de los avances ms significativos en los estudios del proceso social es la reasignacindel proceso psicolgico a la esfera interpersonal: los procesos que tradicionalmente se asignabanal mundo mental ahora se reconstituyen dentro de las relaciones. Las conceptualizacionesrelac