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Federico García Lorca Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín Aleluya erótica en un prólogo y tres cuadros Versión de cámara

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Federico García Lorca

Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardínAleluya erótica en un prólogo y tres cuadros

Versión de cámara

Colección Biblioteca básica.

Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín, de Federico García Lorca

Primera edición: abril de 2014

© Herederos de Federico García Lorca

© Derechos exclusivos de esta edición: Ediciones OCTAEDRO, S.L. Bailén, 5 - 08010 Barcelona Tel.: 93 246 40 02 – Fax: 93 231 18 68 www.octaedro.com – [email protected]

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN: 978-84-9921-534-1Depósito legal: B.8.022-2014

Impresión: Liberdúplex

Impreso en EspañaPrinted in Spain

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Introducción

El estreno de Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín había sido programado por el grupo El Caracol para el 5 de febrero de 1929, pero se prohibió su representación en un momento en que se respiraba un ambiente retrógrado en la España de entonces (la obra llegó a ser calificada como «pornográfica»). Años más tarde, bajo la permisividad de la República, el Club Teatral Anfistora estrena la obra (junto con La zapatera prodigio-sa) el 3 de abril de 1933 en el Teatro Principal de Madrid. Tras el paréntesis de la Dictadura, ha tenido muy poca presencia en la escena dramática española, aunque en los últimos tiem-pos ha sido representada por diversos grupos teatrales dentro y fuera de nuestras fronteras.

Las influencias de la obra van desde la commedia dell’arte italiana, pasando por el teatro breve del Siglo de Oro espa-ñol —recordemos al Cañizares del entremés cervantino El viejo celoso— y por las piezas de Moratín en el xviii (El sí de las niñas, El viejo y la niña), hasta llegar al teatro simbolista francés del siglo xix, de fuerte carga poética.

El poeta la define como «aleluya erótica», y de erotismo está llena. Los personajes desbordan sus deseos en escena. Son personajes cómicos, condenados, sin embargo, a la tragedia a la que les va a llevar su exacerbada sensualidad;

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capaces de caer en el precipicio del amor carnal, amor sin sentido, pero inexcusable… El lenguaje poético de García Lorca viene apoyado por las abundantes repeticiones y por una escenificación llena de símbolos, como el número cinco en el cuadro primero (a las cinco se van a dormir, cinco ca-melias abiertas en las paredes de la alcoba, cinco balcones del foro sobre la ciudad, cinco silbidos, cinco escaleras, cin-co sombreros); el color negro, que anuncia y envuelve la tra-gedia (bandadas de pájaros de papel negro cruzan la escena al final del prólogo; negra es la noche de bodas); el color rojo de la pasión, ridícula o no, que sienten los personajes (el rojo de la capa de Belisa cuando espera a sus amantes en la noche de bodas; el rojo de la capa del amante, que no es sino Don Perlimplín)…

Pero recordemos el argumento, muy simple. Marcolfa, criada del viejo Don Perlimplín convence a este para que se case con la joven Belisa. Esta, a su vez, es convencida por su propia madre de la conveniencia de este matrimonio. En su noche de bodas, Don Perlimplín ya siente que empie-za a amar a Belisa (ha visto su cuerpo mientras se vestía de novia), pero esta no siente nada por él. Tras quedarse dormi-do, dos duendecillos hacen partícipe al público del adulterio de Belisa. Don Perlimplín despierta y descubre cinco escalas (suponemos, por lo que nos han dicho los duendes, que por ellas han subido a la habitación los cinco hombres que han yacido con Belisa). Don Perlimplín se da cuenta del adulte-rio, pero le pide a Belisa que le ame. Esta se duerme y el viejo recita un bello poema de pena de amor: «Amor, amor, que estoy herido». Ante su nueva situación, el viejo pone en marcha su acción: enviará a Belisa una carta de amor de un supuesto amante que le dice que no quiere su alma, sino su «blanco y mórbido cuerpo estremecido». Belisa sucumbe a estas palabras y se enamora del amante. Por fin, en el jardín se desencadena la tragedia: Don Perlimplín se transforma en

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el amante, con su capa roja, y se da muerte entre los brazos de Belisa, quien, desconcertada, descubre que su amante era su propio marido.

Todos los personajes, todos los actores de la obra, y es-pecialmente los protagonistas, Don Perlimplín y Belisa, se presentan como títeres, más que como personajes humanos. Visten de forma extravagante, con ropas de colorido extremo, con flecos y llamativos estampados… Los hechos importan-tes, como la decisión de la boda, el amor que va naciendo en Perlimplín o los engaños de Belisa, se trivializan por el tra-tamiento escénico (vestuario, simbología escenográfica), por algunos de los diálogos casi infantiles y por la presencia de los Duendes. Es el juego de lo trágico y de lo cómico, animado por un juego de contrastes entre los cuatro personajes: la ino-cencia de Perlimplín y la sensualidad desbordante de Belisa; el paternalismo tierno de Marcolfa y la hipocresía interesada de la madre.

El soporte grotesco viene definido por los cuernos de Don Perlimplín, materializados en los cuernos de ciervo que vemos sobre su cabeza cuando los Duendes abandonan la escena, pero nuestro personaje se va a convertir en héroe trágico. Ahí está la esencia dramática lorquiana del mismo. Es tímido e inexperto en el amor y es un cornudo que, en clave donjuanes-ca, llega al suicidio por amor. Su muerte, lejos de empañar la culminación de la farsa, engendra la esperanza de un nuevo ser, Belisa, a quien Perlimplín ha entregado un alma con la que vivir.

Aunque personaje guiñotesco, el descubrimiento del enga-ño lo dignifica como personaje y espolea su capacidad de me-tamorfosis. En sus versos vemos cómo Perlimplín abandona definitivamente la infancia y la inocencia. Ama el cuerpo de Belisa y el dolor que le produce lo convierte en amante uni-versal:

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Amor, amor que estoy herido. Herido de amor huido; herido, muerto de amor. Decid a todos que ha sido el ruiseñor. Bisturí de cuatro filos, garganta rota y olvido. Cógeme la mano, amor, que vengo muy mal herido, herido de amor huido, ¡herido! ¡Muerto de amor!

Este Perlimplín lorquiano, con su muerte, se ha conver-tido en un personaje romántico, que ofrece a su amada el sentido profundo del amor y un alma con que enfrentarse a su nueva existencia. Como expresa Marcolfa: «Belisa, ya eres otra mujer… Estás vestida por la sangre gloriosísima de mi señor».

Y detengámonos en el Don Juan que crea el propio Don Perlimplín:

No temas. Hace quince días vi a ese joven por vez primera. Te puedo decir con toda sinceridad que su belleza me deslumbró. Jamás he vis-to un hombre en quien lo varonil y lo delicado se den de una manera tan armónica. Sin saber por qué pensé en ti.

Andrógino en su belleza deslumbrante, enamorado explí-citamente del cuerpo de Belisa, el joven encarna lo que Per-limplín quisiera ser para seducirla, lo que ella busca en sus múltiples intentos de satisfacer su sensualidad.

Belisa, esposa joven e infiel, aunque descrita por su madre como blanca y pura, es impetuosa y frívola… Esta y Marcol-fa, la criada de Don Perlimplín, sirven de apoyo para el des-

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encadenamiento de la acción. La Madre convence y fuerza a Belisa para que se case con el viejo y Marcofa (fiel a su señor y sensata) anima a este para que se case con Belisa (aunque al final mostrará arrepentimiento en vista de la infidelidad de la joven). Son mujeres caracterizadas como hábiles tejedoras de engaños (también lo es Belisa cuando utiliza sus encantos corporales para deslumbrar a su marido).

Y los otros personajes, los Duendes, se dirigen al público para dejarles entrever la infidelidad de Belisa en su noche de bodas. Ellos evitan que el espectador vea lo que ha ocurrido durante la noche, pero se lo cuentan a este a su manera.

Pero además, Federico García Lorca logra que el espec-tador tenga su importancia escénica. El público cree asistir a una obra de risa, cuyo protagonista es un guiñol, un fantoche ridículo y viejo. Pero hay un punto de inflexión cuando Don Perlimplín cuenta a Belisa por qué se casó.

Me casé… por lo que fuera, pero no te quería. Yo no había podi-do imaginarme tu cuerpo hasta que lo vi por el ojo de la cerradura cuando te vestían de novia. Y entonces fue cuando sentí el amor. ¡Entonces! Como un hondo corte de lanceta en mi garganta.

Aquí empieza el drama, aquí es donde el espectador toma conciencia de lo que puede ocurrir, aquí empieza a compade-cerse de la suerte de Don Perlimplín. Porque Lorca plantea el quehacer del espectador en la escenificación mientras denun-cia la moral del público español de la época.

Y cada cuadro transcurre en un espacio de la casa de Don Perlimplín. Lorca da unas simples pinceladas para mostrar-nos un espacio de cuento: el comedor (en el prólogo: «paredes verdes con sillas y muebles pintados de negro»; en el cuadro tercero, cuando la tragedia es ya inminente: «las perspecti-vas están equivocadas deliciosamente. La mesa, con todos los objetos pintados como en una “cena primitiva”»), la alcoba

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(«en el centro hay una gran cama con dosel y penachos de plumas. En las paredes hay seis puertas») y el jardín («jardín de cipreses y naranjos»). En este jardín, el cuerpo de Belisa se va identificando con el escenario. Ella, tan llena de amor y de voluptuosidad, espera a su amante:

vOCES.Por las orillas del río se está la noche mojando.Y en los pechos de Belisa se mueren de amor los ramos.

PERLIMPLÍN¡Se mueren de amor los ramos!

VOCES.La noche canta desnuda sobre los puentes de marzo.Belisa lava su cuerpo con agua salobre y nardos.

PERLIMPLÍN.¡Se mueren de amor los ramos!

VOCES.La noche de anís y plata relumbra por los tejados.Plata de arroyos y espejos. Y anís de tus muslos blancos.

El estribillo resume la espacialidad natural y pone en el mismo lugar a ambos personajes principales, quienes compar-ten su conciencia del deseo con el jardín y con la naturaleza anhelante.

Pronto se desencadena el final: Don Perlimplín se va a sui-cidar; Belisa lo va a amar; y será una mujer nueva, libre y con alma.

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Insistimos: estamos ante una «aleluya erótica» bellísima, poseedora de los elementos poéticos, prosísticos y dramáti-cos más definitorios de la obra de Federico García Lorca.

Pero lo mejor es que dejemos paso a la lectura de la misma y animemos a su representación.

Pilar CIRUELO

Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín

Federico García Lorca

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AMOR DE DON PERLIMPLÍN CON BELISA EN SU JARDÍN

PERSONAJES:

Perlimplín

Belisa

Marcolfa

La Madre

Duende 1.º

Duende 2.º

1919

Prólogo

Casa de Don Perlimplín. Paredes verdes con sillas y muebles pin-tados en negro. Al fondo, un balcón por el que se verá el balcón de Belisa. Perlimplín viste casaca verde y peluca blanca llena de bucles. Marcolfa, criada, el clásico traje de rayas.

PERLIMPLÍN. ¿Sí?

MARCOLFA. Sí.

PERLIMPLÍN. Pero ¿por qué sí?

MARCOLFA. Pues porque sí.

PERLIMPLÍN. ¿Y si yo te dijera que no?

MARCOLFA. (Agria.) ¿Qué no?

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PERLIMPLÍN. No.

MARCOLFA. Dígame, señor mío, las causas de ese no.

PERLIMPLÍN. Dime tú, doméstica perseverante, las causas de ese sí. (Pausa.)

MARCOLFA. Veinte y veinte son cuarenta…

PERLIMPLÍN. (Escuchando.) Adelante.

MARCOLFA. Y diez, cincuenta.

PERLIMPLÍN. Vamos.

MARCOLFA. Con cincuenta años ya no se es un niño.

PERLIMPLÍN. Claro.

MARCOLFA. Yo me puedo morir de un momento a otro.

PERLIMPLÍN. ¡Caramba!

MARCOLFA. (Llorando.) ¿Y qué será de usted solo en este mundo?

PERLIMPLÍN. ¿Qué sería?

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PRÓLOGO

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MARCOLFA. Por eso tiene que casarse.

PERLIMPLÍN. (Distraído.) ¿Sí?

MARCOLFA. (Enérgica.) Sí.

PERLIMPLÍN. (Angustiado.) Pero… Marcolfa. ¿Por qué sí? Cuando yo era niño una mujer estranguló a su esposo. Era zapatero. No se me ol-vida. Siempre he pensado no casarme. Yo con mis libros tengo bastante. ¿De qué me va a servir?

MARCOLFA. El matrimonio tiene grandes encantos, mi señor. No es lo que se ve por fuera. Está lleno de cosas ocultas. Cosas que no está bien que sean dichas por una servidora… Ya ve…

PERLIMPLÍN. ¿Y qué?

MARCOLFA. Me he puesto colorada. (Pausa. Se oye un piano.)

UNA VOZ. (Dentro, cantando.) Amor, amor. Entre mis muslos cerrados nada como un pez el sol. Agua tibia entre los juncos, amor. ¡Gallo, que se va la noche! ¡Que no se vaya, no!

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AMOR DE DON PERLIMPLÍN CON BELISA EN SU JARDÍN

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MARCOLFA. Verá mi señor la razón que tengo.

PERLIMPLÍN. (Rascándose la cabeza.) Canta bien.

MARCOLFA. Esa es la mujer de mi señor: la blanca Belisa.

PERLIMPLÍN. Belisa… Pero no sería mejor…

MARCOLFA. No… Venga ahora mismo. (Le coge de la mano y se acercan al balcón.) Diga usted Belisa.

PERLIMPLÍN. Belisa…

MARCOLFA. Más alto.

PERLIMPLÍN. ¡Belisa!

(El balcón de la casa de enfrente se abre y aparece Belisa resplan-deciente de hermosura. Está medio desnuda.)

BELISA. ¿Quién me llama?

MARCOLFA. (Escondiéndose detrás de la cortina del balcón.) Conteste.

PERLIMPLÍN. (Temblando.) La llamaba yo.

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PRÓLOGO

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BELISA. ¿Sí?

PERLIMPLÍN. Sí.

BELISA. Pero ¿por qué sí?

PERLIMPLÍN. Pues porque sí.

BELISA. ¿Y si yo le dijera que no?

PERLIMPLÍN. Lo sentiría…, porque… hemos decidido que me quiero casar.

BELISA. (Ríe.) ¿Con quién?

PERLIMPLÍN. Con usted…

BELISA. (Seria.) Pero… (A voces.) ¡Mamá, mamá, mamaíta!

MARCOLFA. Esto va bien.

(Sale la Madre con una gran peluca dieciochesca, llena de pájaros, cintas y abalorios.)

BELISA.Don Perlimplín se quiere casar conmigo. ¿Qué hago?

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AMOR DE DON PERLIMPLÍN CON BELISA EN SU JARDÍN

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MADRE. Buenísimas tardes, encantador vecinito mío. Siem pre dije a mi pobre hija que tiene usted la gracia y modales de aquella gran señora que fue su madre, a la cual no tuve la dicha de conocer.

PERLIMPLÍN. ¡Gracias!

MARCOLFA. (Furiosa, desde la cortina.)¡He decidido que…! ¡Vamos!

PERLIMPLÍN. Hemos decidido que vamos…

MADRE. A contraer matrimonio, ¿no es así?

PERLIMPLÍN. Así es.

BELISA. Pero, mamá… ¿Y yo?

MADRE. Tú estás conforme, naturalmente. Don Perlimplín es un encantador marido.

PERLIMPLÍN. Espero serlo, señora.

MARCOLFA. (Llamando a Don Perlimplín.) Esto está casi terminado.

PERLIMPLÍN. ¿Crees tú? (Hablan.)

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PRÓLOGO

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MADRE. (A Belisa.) Don Perlimplín tiene muchas tierras; en las tierras hay mu-chos gansos y ovejas. Las ovejas se llevan al mercado. En el mercado dan dineros por ellas. Los dineros dan la hermo-sura… Y la hermosura es codiciada por los demás hombres.

PERLIMPLÍN. Entonces…

MADRE. Emocionadísima… Belisa…, vete dentro…, no está bien que una doncella oiga ciertas conversaciones.

BELISA. Hasta luego… (Se va.)

MADRE. Es una azucena… ¿Ve usted su cara? (Bajando la voz.) ¡Pues si la viese por dentro!… ¡Como de azúcar!… Pero…, per-dón. No he de ponderar estas cosas a persona tan moderna y competentísima como usted…

PERLIMPLÍN. ¿Sí?

MADRE. Sí…, lo he dicho sin ironía.

PERLIMPLÍN. No sé cómo expresarle nuestro agradecimiento.

MADRE. ¡Oh, nuestro agradecimiento…! ¡Qué delicadeza tan ex-traordinaria! El agradecimiento de su corazón y el de usted mismo… Lo he entendido…, lo he entendido…, a pesar de que hace veinte años que no trato a un hombre.

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AMOR DE DON PERLIMPLÍN CON BELISA EN SU JARDÍN

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MARCOLFA. La boda.

PERLIMPLÍN. La boda…

MADRE. En cuanto quiera…, aunque (saca un pañuelo y llora) a todas las madres… Hasta luego… (Se va.)

MARCOLFA. ¡Por fin!

PERLIMPLÍN. ¡Ay Marcolfa, Marcolfa, en qué mundo me vas a meter!

MARCOLFA. En el mundo del matrimonio.

PERLIMPLÍN. Y si te soy franco, siento una sed… ¿Por qué no me traes agua? (Marcolfa se le acerca y le da un recado al oído.) ¿Quién lo puede creer?

(Se oye el piano. El teatro queda en penumbra. Belisa descorre las cortinas de su balcón, casi desnuda, cantando lánguidamente.)

VOZ DE BELISA.¡Amor, amor! Entre mis muslos cerrados nada como un pez el sol.

MARCOLFA. ¡Hermosa doncella!

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PRÓLOGO

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PERLIMPLÍN. Como de azúcar…, blanca por dentro. ¿Será capaz de es-trangularme?

MARCOLFA. La mujer es débil si se la asusta a tiempo.

VOZ DE BELISA. Amor…¡Gallo, que se va la noche! Que no se vaya, no.

PERLIMPLÍN. ¿Qué dice, Marcolfa? ¿Qué dice? (Marcolfa ríe.) Y qué es esto que me pasa? ¿Qué es esto?

(Sigue sonando el piano. Por el balcón pasa una bandada de pája-ros de papel negro.)

MUTACIÓN

Índice

Introducción .............................................................................................................................................7

Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín. Federico

García Lorca ..........................................................................................................................................15

Prólogo ................................................................................................................................................19

ACTO ÚNICO ........................................................................................................................... 29

Cuadro Primero ...................................................................................................................31

Cuadro Segundo................................................................................................................ 45

Cuadro Tercero ................................................................................................................... 53