kali magazine

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es una revista enfocada en toda la antimoda en romper canones esteticos establecidos en la narcocultura de la ciudad de cali

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Miscelanea

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INFORMACIÒN DE [email protected]/kalimagflickr.com/kalimagtwitter.com/kalimagCelular: 3177967084- 312456798

S T A F F

DIRECCIÓNDaniel Gaona

DIRECCIÓN DE ARTEMr. Tacho

DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍAPaola Andrea Gaona

MODAUna chica x

REDACCIÓNPaola Andrea Gaona / Daniel Tacho / Hyle

CORRECCIÓN DE ESTILOSCarlos Dussan - Juliana Jaramillo

COLABORADORESPaola Andrea Gaona / Hyle

WEBJeimy Osorio

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DISEÑO38 DISEÑO SIN DISEÑADOR

45 DETRÁS DE LA IMAGEN PÚBLICA53 DISEÑO EMPIRICO

42 ILUSTRACION: HYLE

MISCELANEA 10 UN GUAGUANCO

6 ILUSTRACION: TACHO33 CLASIFICADOS ABSURDOS

62 CRITICA DE VIDA EN EL SUROCCIDENTE

ARQUITECTURA 18 REINVENTANDO LA CIUDAD

46 NO AMBIENTAL51 ARQUITECTURA ABSTRACTA

MODA12 MODA MIO

38 DIARIO DEL VESTIDO CALIDO19 MARCANDO TENDENCIA

GENTE66 LA GENTE BELLA

28 BUZZIRACO12 MI LOCURA- LA REUNION

FOTO55 FOTOGRAFICA CALEÑA

59 ARQUITECTURA Y CIUDAD

S U M A R I O

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Ilustracion Tacho

E D I T O R I A lModa, antimoda, gente, diseño, tipografía arquitectura e

ilustración; en una ciudad tan calurosa la idiosincrasia de las personas que la habitan este alterada o tenga un comportamiento más fuera de lo común, este magazine pretende mostrar a todas aquellas personas que tengan la necesidad física como mental de satisfacerse visualmente con las conductas de la urbe atra-sada en un desarrollo visual en donde predomina la jerarquía por color y forma.

Una ciudad donde se pretende atacar la belleza de manera arbitraria, este magazine puede ser mucho más obseno al mostrar la belleza no aceptada vendiendo las personas que no encajen en el canon estético del imaginario de la sociedad preconcebido por consumismo y placeres derrochados por el poder y dinero.

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Mojo jojo es tal vez un conjunto de sílabas que al pronunciarse se escuchan divertidamente improvisa-das, especialmente sonoras y aparentemente inocentes, un juego vocal que además de adictivo, resulta jocoso y desinteresado, su desapego es similar al de la infancia, ese estado de plenitud que ahora nos es ajeno e ideal, dicho juego vocal se torna distinto y por qué no, casi antagónico, cuando el color irrumpe el lugar y absorbe el sonido mental producido, transformándolo en imagen. El trazo y la mancha se con-vierten en protagonistas y testigos de esta violencia cromática que no sólo nos impacta, sino que también nos satura y envuelve, por un lado la afabilidad de la forma y por otro la viveza

problema moral, nos gusta lo que vemos, pero nos asusta la carga política, histórica y cultural tras de sí, y es natu-ral desconfiar de la imagen, acaso, no es una ficción?, no es una reinterpretación de lo que vemos?, queremos pensar que no hay nada tras de ella, queremos pensar que las imágenes son tan solo apariencia, que no ocultan nada, pero no debemos olvidar que ellas nos dicen la verdad, incluso cuando mienten, dicen la verdad.

Por:Paola Andrea Gaona Guevara

de los tonos, la plasticidad y la imponencia de la imagen, estos elementos además de componer un aparentemente sencillo ejercicio visual, nos acercan a algo mucho más complejo que en él se desarro-lla, reinterpretan la forma de ver el ícono popular presente en ella, resignificandolo, nos parece festivo, familiar, nos apropiamos automáticamente de él, abrazamos la imagen, incluso, podemos relacionarlo con “Mojojo” ese personaje malvado de la serie anima-da “Chicas superpoderosas”, (un chimpancé que juega a conquistar el mundo, sin resultados aparentes), un mal que intenta serlo pero que parece no serlo en realidad, sin embargo, sabemos que más allá del juego y de lo cáli-do, la imagen nos cuestiona, nos conflictua, se vuelve un

*El trazo y la mancha se convierten en protagonistas y testigos de esta violencia cromática*

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Miscelanea/ Un Guaguanco

Asusta pensar en la maldad que hay detrás de todos los que no aceptan a estas alturas que Cuba es el país más prolí-fico creando ritmos populares que ha nutrido al mundo, pero lo peor es lo que han logrado los cubanofónicos, al formar generaciones ignorando la ver-dadera historia musical que esconden detrás del nombre Salsa.

Empecemos por el principio: África. Es un continente que está formado por más de 50 países independientes con un poco menos de una docena de dependencias. En los mismos existen cientos de grupos ét-nicos con características dife-rentes incluyendo sus hábitos, religión, fisonomía e idioma con más de diez mil lenguas. Sus instrumentos musicales como su territorio, tienen una

amplia gama desde instrumen-tos de viento como flautas, sil-batos, oboes y trompetas, por supuesto, las flautas están he-chas de bambú, caña, madera, arcilla, hueso u otros materia-les y las trompetas son cuernos de animales o de madera, lo mismo los clarinetes hechos con maíz de guinea o tallos del cereal sorgo. También tienen instrumentos de cuerda co-

mo laúd, liras, arpas, cítaras, el kora que tocan los músicos profesionales del pueblo man-dinga de Gambia, que es un arpa-laúd de 21 cuerdas, que incluye tanto cuerdas pulsadas como otras; el xalam, un laúd de pulso, pariente cercano del banjo o mandolina, popular en Senegal; el arco musical, que consiste en una cuerda atada por ambos extremos a un arco flexible, etc. Pero los más po-

pulares, son los percusivos que se encuentran desde variadas formas y tamaños, incluyendo golpeadores, campanas, ma-tracas o carracas, gongs dife-rente al asiático pues contiene más de un disco para golpear, calabazas, vasijas de arcilla, tubos sellados también de ma-dera, xilófonos con sus láminas de madera.

LA RUMBA YGUAGUANCÓ

NACIERON EN CUBA

PARTE I DE II

...en 1902 poco a poco el negro se vio liberado y los instrumentos creados en Cuba salieron a la calle...

Esos tambores africanos no son iguales a los que conoce-mos que usan las orquestas de música popular que tocan la llamada Salsa. En sus cuerpos

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se utiliza madera, calabazas y arcilla, sus parches son pie-les de reptiles, cabras y otros animales y en su mayoría son afinados en una escala y mon-tados sobre un armazón. Al-gunos son percutidos con las manos o con baquetas, otros son de fricción, en los cuales el sonido se produce frotando la membrana, igualmente tie-nen el tambor de tensión del Oeste de África con forma de reloj de arena, a veces llamado tambor parlante, porque puede usarse para imitar los contornos melódicos del habla. Quizás el ins-trumento de percusión africano moderno más conocido en el mundo es el djembé (se pronuncia más o menos yembé). Es con-siderado el instrumento oficial de África Occidental, caracte-rístico de Guinea. Su función básicamente era la de ser un

“tambor sagrado”, para cere-monias curativas, guerreras, o culto a los antepasados. Su historia comienza a conocerse en el siglo XIII pero al igual

que su desarrollo está llena de incertidumbre. Cada djembé está tallado a mano en una sola pieza de madera, y deco-rado con relieves geométricos o figurativos.

afzelia lingue o afzelia africana, una especie que abunda en el oeste de continente. La dife-rencia que tiene el yembé con otros tipos de tambores es por la diversa escala de tonos que puede llegar a producir, abar-cando desde los tonos más su-gestivos llenos de dinamismo.

A excepción del Axatse, que se parece a un chequeré,

no hay un instrumento africano que sea como los que se usan en las orquestas o conjuntos que interpretan mú-sica cubana, ya sea llamada Salsa, por no saber identificar el ritmo como mam-

bo, chachachá, danzón, rumba, guaguancó, etc.

Fue a mediados del siglo XV que los portugueses des-

cubren las costas de África y comienzan el comercio de los negros, siguiéndole posterior-mente los ingleses, españoles, franceses, holandeses, etc.Los futuros esclavos eran cap-turados generalmente por sus propios coterráneos y trans-portados a la costa occiden-

El parche es de piel de cabra muy común en África, y está tensado por una sola cuerda entrelazada de gran resisten-cia. Los aros son de hierrro y la madera más utilizada es la

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zando? Ni siquiera trajeron sus deidades en barro o madera. De esos primeros esclavos no hay constancia escrita del lugar de procedencia, así que menos so-bre su música, ni los bailes es-pecíficos que traían, por eso se-

tal de África, donde llegaban atados y en la mayoría de los casos extenuados, aterrorizados, enfermos, heridos, sedientos, hambrientos, golpeados y ago-tados física y psicológicamen-te. Eran trasportados en unas galeras (naves), hacdos, vigila-dos continuamente y castigados fuertemente al menor intento de desobediencia, por las que le imponían torturas hasta el suplicio, ya sea aplicando lati-gazos, poniéndolos en el cepo, cadenas, grilletes, para some-terlos, sin importar su vida ni su salud. En 1525 se empezó a usar el carimbo, que es el hierro al rojo vivo con el que se mar-caba al esclavo para legalmente poder importarlos.Por todas estas etapas que tenía que pasar desde que comenza-ba la persecución en su tierra natal, el traslado hasta la cos-ta, los días de espera encerra-dos esperando ser embarcados para América y durante la larga travesía, muchos no sobrevi-vían. ¿Cómo es posible imaginar que venían con sus instrumen-tos musicales debajo del brazo percutiendo, cantando, y dan-

Cuba fue de los primeros paí-ses del continente en tener ne-gros esclavos y de los últimos en poder liberarse, porque la abolición le llegó tardía y esta no implicó la supresión definitiva de la esclavitud sino su ilegali-

...En 1525 se empezó a usar el carimbo, que es el hierro al rojo vivo con el que se marcaba al esclavo para legalmente poder importarlos...

dad. En 1880, el Partido Auto-nomista, tras su gran campaña logran abolir la esclavitud, pero el régimen colonial la sustituye por una transición denominada

“patronato”, que vino a terminar en 1886. Sin embargo, las res-tricciones de que eran objeto los negros y sus descendientes no fueron eliminadas totalmente, ya que por épocas les fue pro-hibido tocar sus instrumentos, reunirse en su cabildos, salir

ría irresponsable asegurar 400 años después que esas rumbas famosas sea invento de África. Y aunque así fuera en cuatro siglos tienen que haber sido in-filtradas por otras influencias. Está comprobado que todo su caudal religioso y musical lo tu-vieron que reinventar en Amé-rica, con las nuevas maderas, con sus pieles, de ahí que cada país de nuestro continente que le ha quedado reminiscencias de sus esclavos africanos, tie-ne instrumentos musicales di-ferentes entre sí, producto del desarraigo y la incomunicación con el país de origen.

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a la calle el Día de Reyes, etc. Con el advenimiento de la re-pública libre en 1902 poco a poco el negro se vio liberado y los instrumentos creados en Cuba salieron a la calle, a la escena del teatro, a los salones de bailes y se exportaron junto con nuestros ritmos afrohispa-nocubanos, pero demoraron hasta 1938 que se les permi-tiera oficialmente salir en el carnaval de La Habana en la comparsas. Con este breve recorrido por la historia de África y sobre el proceso de la esclavitud en América, pasamos a co-nocer qué cosa es Rumba y qué es guaguancó, lo mismo qué instrumentos musicales se utilizan para interpretar-las y dónde se crearon estos instrumentos. Veremos además algo sobre la rítmica que se interpretaba en África y la que se creó en Cuba, lo que seguramente no saben estos músicos que tan

“ingenuamente”dicenque“enÁfrica nació la rumba y el gua-guancó”.

Por:María Argelia Vizcaino

“Cuba fue de los primeros países del continente en tener negros esclavos y de los últimos en poder liberarse”

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Gente

Era el día del cumpleaños de un amigo, me encontraba solo en casa tomándome un café, 4:18

pm, la Coffee hour que nunca dejo pasar. Acababa de terminar la cáte-dra diaria de dos horas que llevaba realizando hacía seis años en la Uni-versidad Estatal gracias a un maestro que tuve en psicología, ahora amigo mío. Yo tenía la suerte de que mi apartamento quedara a unas pocas cuadras de la universidad, nun-ca corría. Francisco había movido cielo y tierra para conseguirme esa vacante en la Facultad de Psicolo-gía cuando yo acababa de culminar mi especialización en Buenos Aires y regresaba al país encontrándome desempleado. Francisco es un hom-bre influyente, yo había causado en él un gran impacto como estudiante a pesar de ser nuestras perspecti-vas totalmente opuestas, incluso enemigas. Sin embargo, él me mos-traba ahora su admiración, respeto y confianza como profesional, cosa que yo le retribuía comportándome a la altura con aquella cátedra de Psicología Clínica que tiempo atrás

él había ocupado en la universidad donde estudié. En cierto sentido,con su gesto de amistad me había cedido su lugar, el lugar del maestro, lo que para mí era un honor.

Curiosamente, el cumpleaños de mi amigo coincidía con la cance-lación de un par de citas con los pacientes que estaba tratando en ese horario de la tarde: de 4:30 pm a 5:15 pm, un joven de 21 años con un trastorno paranoide de la personalidad, y de 5:20 pm a 6:05 pm, una mujer en sus mejores años, divorciada, en duelo por la temprana muerte de su único hijo. Parecía que las cosas se anticipaban para que el día adquiriera ese ambiente fes-tivo. Mi consulta personal quedaba en mi apartamento, lo había hecho

modificar para tal fin: una sala de espera completamente adornada que llamaba a la paciencia del pacien-te, y un consultorio muy sobrio y acogedor para divanear. De modo que tenía ese tiempo de “clínica suspendida” para relajarme, talvez escuchar música, retomar algunos textos que nunca termino de leer, como La fenomenología del Espíritu por ejemplo, antes de que llegara la hora de salir a la reunión. Pensé en llamar a una amiga para que me consintiera un rato, pasar una boni-ta tarde, talvez caminar un poco, tomarnos unas cervezas, pero nadie de quien gozara compañía se encon-traba disponible, el horario no era el indicado. Era claro que no sabía cómo tomar ese tiempo suspendido más que para asociar libremente lo que podría hacer con él sin llegar a hacerlo, precisamente. Pensé en sacar al perro a pasear pero no era tampoco su momento. Los minutos se hacían eternos y yo no llegaba a ningún lado. Detesto esperar.

Mientras sacaba un par de crois-sants del microondas para acompa-

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ñar mi café comencé a pensar en lo que vendría al caer la noche. Bueno, no pensaba exactamente en lo que podría suceder en la noche, pero sí en algo que ello implicaba por tratar-se de una celebración, la celebración de alguien conocido. Pues bien, lo que siempre pienso en una fecha considerada especial, como lo es el

cumpleaños de un viejo amigo y que tiene que ver con el hecho de que no me gustan las celebraciones, es acerca de la muerte. ¿Qué es lo que se celebra en un cumpleaños? Ya no lo sé, lo encuentro un tanto absur-do en nuestro días. Desde mi punto de vista, este tipo de celebraciones remiten al impacto que la muerte ha tenido siempre sobre el ser humano, un impacto inmemorial ya irrecono-cible para nuestra cultura hoy día, un impacto sacro. La celebración

del cumpleaños es la inversión de lo que es un velorio. Pero en la actua-lidad los velorios se parecen mucho más a los cumpleaños, los encuen-tro obscenos: tienen comida por todos lados, la gente sonríe como idiotas, los invitados se sientan a conversar más que del difunto sobre ellos mismos, de lo que han estado

haciendo cada uno por su lado, de sus logros, el tiempo que han pasado sin verse, algunos coquetean entre sí, etc., mientras el cadáver está ahí en su féretro como la mesa central sobre la que se pone el ponqué y se brinda por los años que vendrán, es decir, frases –que nunca se dicen abiertamente por supuesto, pero que resaltan el decadente espíritu con-temporáneo– como: “nos vemos en el próximo velorio” y “hasta que la muerte del otro nos junte”, son aná-

logas para mí a “que cumplas muchos años más” y “que Dios lo colme de bendiciones” correspondientemente; para mí son el subtexto de toda esa ridícula situación. Lo que se cele-bra en un cumpleaños es la vida, lo que se celebraba en un velorio es la sacralidad de la muerte, es decir, una suerte de exceso en ella que nos impacta más allá de los sentimien-tos que tengamos hacia el muer-to. De esa sacralidad de la muerte en la celebración de un velorio no queda nada, la contemporaneidad parece desbordarla convirtiéndola en algo que hay que evadir, de lo que hay que huir ya protegernos, una suerte de amenaza espantosa; por supuesto que la muerte siem-pre ha sido y será una amenaza en nuestro propio cuerpo, una suerte de violencia inmanente que viene con el tiempo, algo impredecible, el destino absoluto, eso es lo que enaltece la mencionada sacralidad. El carácter sacro de la muerte en la antigüedad la enfrentaba, pero aho-ra se evade la violencia de la muerte convirtiendo a la celebración de la

¿Qué es lo que se celebra en un cumpleaños?

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“nos vemos en el próximo velorio” y “hasta que la muerte del otro nos junte”

misma en una ridícula reunión social, algo muy cercano a un coctel snob en los círculos de la alta sociedad, o en una reunión ocasional y vulgar como lo es un cumpleaños, con sus sonrisas, los chistes, la música inclu-so, la comida, la ausencia del muerto para todos aunque el cadáver sea ya por sí mismo una persona ausente. Si en la actitud de los celebrantes el muerto está ausente de su propio velorio, tal como lo señalo, enton-ces no hay velorio, no hay muerte sacra, hay algo como un ridículo cumpleaños. Esa es la razón por la cual los cumpleaños no me atrapan, especialmente el mío, y tampoco las celebraciones en general. En algún lugar está escrito que “el Hombre es un animal religioso”, el sentido de la religión es la celebración de algo considerado sacro; yo no soy un hombre religioso, razón por la cual encuentro terriblemente sospechosa esa frase. ¿Si tomamos dicha frase en serio, qué quiere decir mi–religiosi-dad? ¿Acaso que estoy más allá de lo humano, que soy el “Übermensch”? O lo contrario: que soy un vulgar animal. La verdad es que en muchos aspectos somos aún animales, y en cierto sentido eso hace que jamás llegue a haber un “Übermensch” entre nosotros. Pienso todo esto y me doy cuenta de que el ocio no

Sociales, etc., muy distantes a las mías sobre todo en la práctica, pero la compañía de todos ellos era otra cosa, siendo siempre tan variada ter-minaba por alimentarme, puesto que yo disfrutaba de analizar en silencio cada una de esas personalidades.

Fillipo, el buen Fillipo es un hom-bre hiperactivo, siempre haciendo algo aquí y allá buscando complacer a la gente con lo más sencillo, con lo que tenga a la mano. Es el anfitrión por excelencia y por eso se dedica al Enterteinment. Su apartamento es el apartamento de todos, nunca nos

manos, mis amigos, mis amores, mis sobrinos, mis hijos y mi perro. Sí, así soy de obstinado. A propósito, no hay nada más alejado de la muerte que el apartamento de Fillipo, todo ahí es del orden de lo cotidiano, de lo simple, es la vida en su forma más inmediata, más digerible y acepta-ble, es en cierto sentido el ambiente apropiado para un fenomenólogo, no existe el aburrimiento, siempre se encuentra algo que hacer.

El carácter de Fillipo no permite la inactividad de nadie en su casa, como tampoco soporta que alguien

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niega la estadía, nos recibe con la misma actitud jovial y la disposición del buen amigo hasta en las circuns-tancias más difíciles. ¿Cómo no cele-brar la vida de alguien como él? Su cumpleaños como su apartamento es quizá, un poco, el cumpleaños de todos; lo cual me asusta porque lo mismo podría decir de su muerte. Eso es algo que no quiero averiguar, preferiría morir primero, ser el mejor hasta en eso, ser el primero siempre: morir antes que mis padres, mis her-

trate de usurpar su lugar de anfi-trión, no admite otro líder mucho menos uno autoritario, por cierto, él es bastante democrático, el espíritu postmoderno está ahí pero de forma ligera en su manera de tratar con el otro, en él no es detestable, pero también pienso que a pesar de su liberalismo muy dentro de él es un tanto subversivo, algo de eso suele brotar de su creatividad, algo de ello es notable para mí en sus trabajos gráficos.

Pasaron varias horas, dejé por un momento la vaga meditación y me encontraba revisando algunos

programado comienza a afectarme. Seguramente dirán que estoy toman-do esa frase muy a la ligera, pero en fin, trato de divertirme con ella.

De cualquier manera, ese día se celebraría –como es costumbre entre mis amigos– el cumpleaños de Filli-po, un viejo amigo de la infancia, del colegio, y que ahora era ya amigo de todos, de aquellos que desde hacía unos pocos años venían siendo ami-gos míos también. Gente interesan-te, con mucho potencial y un gran desempeño en sus propias áreas de trabajo: Arte, Diseño Gráfico, Dise-ño de Modas, Arquitectura, Eventos

Gente/Mi locura

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“Es el anfitrión por excelencia y por eso se dedica al Enterteinment”

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manuscritos personales de los que le había comentado a mi amigo Jason unos días atrás, pensaba mandarle algunos por correo. Habíamos que-dado de palabra hasta el momento, nada formal, de elaborar un trabajo escrito en conjunto. Nos habíamos leído un poco en simultaneo y en ello encontramos algunas similitu-des y diferencias constructivas de estilo que podrían funcionar juntas. Me pareció una buena idea y pues, yo llevaba ya bastante tiempo sin volver a publicar. Esta vez se trataría de algo distinto, nada académico, ni técnico, ni especializado, sólo escri-tos simples que conectaran al lector con esa vida de la que les hablé líneas atrás, el aspecto cotidiano de la vida, esa vida que el apartamento de Fillipo nos hacía recordar. De esa

cotidianidad tenía yo registro sufi-ciente, desde hacía dos años venía escribiendo mis memorias, de allí algunas líneas tenían potencial y estaba seguro que causarían en el lector ese efecto del que Edgar Allan Poe hacía el objetivo absoluto de su Philosophy of Composition.

Eran casi las 8:30pm, tres tazas de café habían pasado por mi gargan-ta, mientras descartaba página tras página en una selección rigurosa de mis meºmorias para ser expues-tas al público en aquél proyecto a dos manos. De pronto el teléfono suena, contesto y era Jason infor-mándome que en una hora llegaría donde Fillipo con Nathalie, una chica con la que tenía un vínculo especial,

“nada serio” decía él tomando siem-pre distancia de todo aquello que

•El ambiente apropiado para

un fenomenólogo, no existe el

aburrimiento•

tocaba sus sentimientos, pero yo comprendía que en medio de esos affairs Jason demostraba que estaba afraid of love. Lo que parecía no ser serio era siempre una seriedad disimulada al borde de la inminente ruptura, la ruptura siempre trazada por él. Pero yo lo entendía perfec-tamente. Le dije que en media hora llegaba yo a reunirme con todos, y que entonces me presentaría a la famosa Nathalie de la que tanto me había hablado. Tomé mi chaqueta, apagué el Netbook y me dirigí a la casa de Fillipo..

Por:Johnny Rengifo

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Ilustracion Tacho

William Ospina

Foto: © Carlos Dussan

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Alguna vez leí que Cali fue fundada donde hoy se encuentra porque los fundadores consideraron que estaba en un lugar privilegiado, por su cercanía a

Quito y a Panamá. Hoy, (cuánto nos hace retroceder el progreso!) nadie en Cali piensa que Quito y Panamá estén cerca. Pero claro, es que ahora hay aviones, prácticamente inaccesibles para el común de los mortales, y en ese enton-ces a la gente le bastaban sus dos pies, un buen caballo o una buena embarcación para recorrer esas distancias.

Cali fue en otro tiempo no sé si la ciudad más hermosa, pero la ciudad más amable de Colombia, y todavía estaría en condiciones de serlo; Cali fue uno de los más gratos sitios para vivir que pudieran nombrarse. Yo tuve el privilegio de llegar aquí, huyendo con mi familia de la violencia del centro del país, a comienzos de los años sesenta. En ese entonces no nos llamaban desplazados, pero ciertamente lo éramos. Veníamos de otras bellezas geográficas, aunque más melancólicas, de los abismos de Letras y sus paisajes desdibujados por la bruma, de la tristeza de las campanas entre los pinos de tierra fría y la música campesina de unos cafés a donde entraban los hombres a caballo. Fue para mi desembarcar en la otra cara de la luna llegar a esta ciudad de ceibas y samanes, de palmeras y sol incansable, de atardeceres largos y rojos en los que a cierta hora la brisa empezaba a cerrar sono-ramente las puertas, donde había muchachos negros de grandes sonrisas vendiendo mangos y chontaduros en las esquinas, donde abundaba la belleza humana, una belleza complacida consigo misma, que no ocultaba su cuerpo, donde todos los seres tenían ritmo y donde el baile ponía en acción el cuerpo entero desde bien temprano. Para alguien que venía de la montaña y de la violencia, Cali era un mundo lleno de colores, aquí se sentía la diversidad de las razas y de las tradiciones. Para mi fue también pasar de la vida casi rural a la vida urbana, donde la radio efundía fabulosos terrores, llegar a la espaciosa y golosa penumbra de los cines matinales, ver desde las terrazas de Guayaquil, cerca de mi colegio de franciscanos, la progresión de los barrios hacia el hori-zonte de la llanura, sentir los desmesurados basurales de la galería, vivir los largos recorridos en bus por los barrios que nunca terminan y los paseos de domingo que con-gregaban a centenares de personas a orillas de los ríos

"Cali fue uno de los más gratos sitios para vivir que pudieran nombrarse"

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más frescos del mundo, bajo árboles enormes, oyendo en la lejanía casetas llenas de mambos y pachangas, de los merengues traviesos de Pacho Galán y de la emoción contagiosa de Lucho Bermúdez. Desde los humildes nego-cios de barrio donde mi hermano y yo devoramos toda la mitología de las historietas de los años sesenta, hasta los largos campos de fútbol a donde iban en excursión los colegios a celebrar sus campeonatos, desde las piscinas de baldosas ardientes hasta las ventas de hojuelas y de algodón rosado en las ferias de diciembre, Cali estaba infinitamente viva, y un laberinto de ruedas de Chicago, circos pobres y túneles del terror nos marcaron la vida para siempre. Por eso en cuanto pude volví a Cali, a acabar de educar el corazón en las fiestas de la amistad y en los banquetes de la inteligencia de los años setenta.

Los dos momentos magníficos de la ciudad que me fue dado vivir correspondieron a dos esfuerzos concientes y enormes de la dirigencia y de la ciudadanía. La Cali de 1962 que llenó mis sueños de infancia acababa de salir de la pesadilla de la catástrofe de los años cincuenta, que arrasó con una parte considerable de su estructura urba-na. Cali había sorteado la tragedia con tenacidad y con alegría, y yo no recuerdo haber sentido ni un solo día la huella de aquella calamidad tan reciente. Había pobreza, por supuesto, pero la única violencia que me fue dado vivir fue la vaga leyenda del “monstruo de los mangones”, que por entonces era no sólo un rastro de cadáveres exangües de niños abandonados en los pastizales sino también un recurso de los padres para controlar mejor a sus hijos. Las mejores ciudades del mundo son aquellas por las que se puede caminar. Caminar las ciudades es condición indispensable para amarlas, para cantarlas, para que se conviertan en sitios de encuentro y en sitios de verdadera convivencia. Las ciudades pierden su rumbo cuando se convierten en tierra de nadie, cuando se diseñan más para los carros que para la gente, más para el poder que para el disfrute, más para la competencia que para la convivencia. yo siento que una visión absurda cambió después la prioridad de los peatones por la de los vehículos, y

el paseo por las orillas del río y muchos otros reco-rridos posibles se convirtieron casi en pesadillas. Pocas ciudades como Cali hicieron siempre de su río un espacio integrado armoniosamente al tejido urbano. Es una lástima que Cali haya olvidado por un momento uno de sus mayores logros, y que la fascinación por el cemento y por los puentes haya malogrado el espacio desde donde debió partir un rediseño urbano orientado por la convivencia y el disfrute del paisaje natural. Hay que entender la ciudad como escenario económico y como lugar de servicios, pero también hay que entenderla como morada, como sitio de encuentros, como leyenda y como mitología.

Creo que una condición para que los ciudadanos amen su ciudad es hacer un esfuerzo por que sea bella, por que sea grato recorrerla y habitarla, pero sobre todo es necesario que los ciudadanos se sientan pertenecer a ella. Amamos a una ciudad porque hemos sido felices en ella, pero sobre todo la amamos porque nos hemos sentido parte de ella, porque sabemos que ella nos acoge y nos permite ser nosotros mismos. Mientras que en Colombia hay muchas ciudades a las que nunca se les ha hecho una canción, hace algunos años a Cali se le componían con frecuencia canciones nuevas y hermosas.

Qué bello es volar sobre el Valle del Cauca. Qué esplén-dida la llanura, qué verde de los sembrados de caña, de los macizos de guaduales entre las siembras, cómo serpentean las cañadas, cómo se ven las ceibas dimi-nutas y los samanes mínimos allá abajo nevados por las garzas. El mundo es tan paradójico y extraño que hasta los incendios son bellos. Pero de pronto el avión se acerca a las orillas de la ciudad, y uno ve cómo, separados por un río terroso y magnífico, a un lado está todo el esplendor de la naturaleza y al otro está toda la tragedia de la humanidad. De este lado, cuánta tierra sin gente; de ese otro lado, cuánta gente sin tierra. Gentes hacinadas en madrigueras sin servicios, la vida en las barriadas polvorientas, muchedumbres despojadas de presente y de futuro en una región de asechanzas, de competencia y de peligro, justo al oeste del paraíso. Qué

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Miscelanea

bueno sería que la gente pobre accediera al umbral de la dignidad, desde donde es ya posible emprender la lucha por la superación; que escapara del estadio paralizador donde nada es posible; qué bueno sería que también la gente rica accediera a ese otro umbral de la dignidad que es el sentido de responsabilidad social, que llegaran a sentirse parte del mundo del que derivan su riqueza y su bienestar. Depende de todos nosotros, pero en primer lugar de quienes más se benefician del esplendor de nuestro mundo, y de quienes han asumido la responsa-bilidad política de administrarlo, superar este dramático contraste entre el todo y la nada, entre la opulencia y la postración, entre el hartazgo de los satisfechos y la penu-ria de los que ven amanecer con angustia y con miedo.

Es bueno oír la enunciación de los grandes principios que deben regir a las comunidades urbanas: solidaridad, autonomía, equidad, transparencia, solución pacífica de los conflictos, democracia participativa, compromiso colectivo, pero es necesario pasar rápidamente de la enunciación abstracta de esos principios a llenarlos de contenido práctico. Para que haya solidaridad es nece-sario que los ciudadanos se identifiquen unos con otros, y ello requiere memoria compartida, juegos urbanos que nos aproximen y nos hagan perder la desconfian-za, tareas comunes, espacios de encuentro, educación ética, fiestas que enseñen y ennoblezcan. Para que una comunidad pueda ser autónoma se requiere carácter e información, conocimiento de la región y del país, claridad de los intercambios, conciencia e iniciativa ciudadana. Para que haya equidad es importante que las personas se sientan valoradas y escuchadas, no sólo que la ley los trate como iguales sino que ellos mis-mos, en la soledad de su conciencia, se sepan igua-les en dignidad, en derechos y en responsabilidades. Para que haya transparencia se necesitan por igual la ética de los funcionarios y los eficientes mecanis-mos de control social: no basta que las paredes del Estado sean de cristal: también es necesario que

Caminar las ciudades es condición indispensable para amarlas, para cantarlas, para que se conviertan en sitios de encuentro y en sitios de verdadera convivencia.

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"Hoy, cuando se habla tanto de seguridad, hay que recordar que la mayor seguridad es poder confiar en los vecinos, es sentirnos rodeados de personas que tienen lo indispensable, de personas que han sido tenidas en cuenta en el diseño de la ciudad: nada es más peligroso que lo que dejan por fuera los mil torpes mecanismos de la exclusión"

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los ojos que miran al Estado sepan distinguir entre las prácticas decentes y las prácticas corruptas. Así aprenderemos a hablar no sólo del derecho a la vida, del derecho a la salud, de la dignidad de cada quien, sino del derecho a la ciudad, del derecho a la recreación, del derecho a la belleza.Las administra-ciones deben tener proyectos a corto y a largo plazo, compartirlos con la comunidad, convertirlos en pro-cesos y en dinámicas. Hoy, cuando se habla de una ciudad visionaria, es aún más necesario tener conciencia de todo lo que la ciudad ha sido, despertar la memo-ria, situarse en el territorio, valorar todo lo que aquí se ha creado, y permitirse soñar con libertad lo que la ciudad puede llegar a ser. Cuando los sueños son pertinentes, tarde o temprano aparecen los recursos. Hoy, cuando se habla tanto de seguridad, hay que recordar que la mayor seguridad es poder confiar en los vecinos, es sentirnos rodeados de personas que tienen lo indis-pensable, de personas que han sido tenidas en cuenta en el diseño de la ciudad: nada es más peligroso que lo que dejan por fuera los mil torpes mecanismos de la exclusión. Por eso la ciudad, más allá de su tejido urbano, de su sistema de fábricas y comercios, de circulación y drenaje, de su tejido residencial y recreativo, de sus sistemas de transporte y de comunicación, es también un organismo invisible, hecho de memoria y leyendas, de mitos y de ima-ginaciones, de símbolos y de música. Y esa mitología de la ciudad a veces llega a ser más importante para el mundo que la ciudad física sobre la que esos símbolos reposan. Cali es una ciudad donde se fusionan muchas reali-dades: hay que permitir que dialoguen a través de todos los lenguajes. Cali es un diálogo de negros y blancos, de inmigrantes de todo el país, de la lla-nura con la montaña, de los Andes con la cuen-ca del Pacífico, de la agricultura con la industria. muchas gracias.

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Por dos guardianes tutelares. Uno de ellos es un cerro con aspiraciones de montaña. Oscuro y macabro se

halla enseñoreado de rastrojos y malezas donde según se comenta un demonio yace atrapado por tres cruces. La historia no es de nuestros días. Comienza en 1825 cuando los habitantes veían una oscura figura informe erguirse en las noches de tormenta en la cima del cerro. Entonces el olor a azufre se apoderaba de Cali y las muertes se sucedían sin orden y concierto ora en las plantaciones de tabaco y algodón que rodeaban la ciu-dad, ora en las haciendas o en las mismas calles frente a las iglesias. Muertes extrañas y sacrílegas en donde los cuerpos se encontraban profanados con hierbas inmun-das y signos cabalísticos. Muertes que no respetaban edad, sexo o condiciones sociales. Damas o esclavos, putas o terratenientes podían ser las víctimas elegidas. El canto de los esclavos se confundía en las mañanas con los ayes de los criollos y españoles. Kalí se bañaba de lágrimas intentando lavar la sangre de las calles. Ante la impotencia de las autoridades eclesiásticas que cansadas de ver los estigmas malditos el Arzobispo decidió mandar

a traer de Popayán a los Misioneros Vicente y Juan Cuesta. La historia dicen que eran gemelos albinos de carnes enjutas sobre huesos mal juntados, que musitaban pala-bras ininteligibles cada vez que veían un esclavo o un indígena. Los hermanos llegaron una mañana de abril vestidos con los hábitos de su orden y dos docenas de baúles repletos de libros con caracteres extraños sobre los que se rumoreaban eran trofeos de demonios vencidos. El esclavo Juan Andrés, quien estuvo a su servicio durante la estadía en la ciudad, dijo alguna vez haber visto algu-nos de ellos y jura que estaban forrados de piel humana. Así mismo aseguró haber oído nombres terribles como, Malleus Maleficarum, Veremis Misteriis y Necronomicón. Los hermanos Cuesta ordenaron el ayuno en la ciu-dad durante cuarenta días y cuarenta noches junto con la oración de media noche en todas las iglesias, capillas y cementerios. Durante ese tiempo mar-tirizaron su cuerpo y exorcizaron hasta la muerte cuando enfermo de viruela o de peste encontraron. Pero el demonio no se fue y en la noche cuarentaiuno dicen que se vio la figura de un murciélago gigan-

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tesco, cuyas alas encendidas en fuego ultraterreno vinieron luego a ver sobre la ciudad. El terror fue tan grande que 25 personas murieron de inmediato mien-tras otras tanta, se rumoran, enloquecieron mientras gemían, Buziraco, Buziraco. Así, el nombre del demonio fue conocido que era lo que los hermanos buscaban. A la mañana del día cuarentaidos ordenaron construir tres cruces, en cedro y ébano, de diez metros de alto por cinco de ancho. Una vez estas estuvieron construidas las llevaron a tiro de caballo hasta las faldas del cerro y junto con un sacerdote cuyo nombre la historia ha perdido, se dieron a la tarea tenaz de subirlas a la cima. Grande fue la empresa puesto que las cruces se hicieron pesadas como si en lugar de madera se hubiese forjado en acero español. A cada paso que se daba las cruces buscaban hundirse en la tierra en tanto las rocas y arbustos del áspero camino laceraban los cuerpos de los mensajeros del Señor. Catorce horas después de iniciado el camino, con los cuerpos martirizados y el alma agobiada de visiones terribles e infernales, los misioneros y el sacerdote llegaron al fin a su destino

en la mañana del día cuarentaitres. Allí los misioneros tomaron la comunión e iniciaron el exorcismo último grabando sobre la madera de las cruces signos caba-lísticos para luego erguir, en una lucha que les tomó otras siete horas, las tres cruces en su lugar. El grito que fue lanzado desde las profundidades del cerro les rompió los tímpanos dejándolos sordos para siempre. Cuando al fin bajaron eran otros. En sus fren-tes, manos, pies y costado, lucían los estigmas del hombre dios en tanto que sobre la parte baja de la espalda les quedó para siempre la enseña de la pata hendida. Se dice que Buziraco se halla ence-rrado quizás para siempre, quizás ya ha escapado. En las noches de delirio y temor, cuando los cuerpos descuartizados de narcotraficantes aparecen en los baúles de los carros, cuando desaparecen los niños del lado de sus madres, cuando un llanto desolador, surgido de todas partes y de ninguna, se hace presente en la iglesia de la Ermita, los habitantes de esta Tierra de Muertos creemos que el mal fue él que venció.

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